El ojo vago

Dale fuego a un hombre y estará caliente un día, pero préndele fuego y estará caliente el resto de su vida. Terry Pratchett

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Lugar: Villava, Navarra, Spain

30.10.07

Juegos sin fronteras

A la hora de hacer un juego de ordenador o consola, los programadores se inspiran en cualquier cosa: en películas (Robocop), en libros (el Hobbitt), en películas basadas en libros (La abadía del crimen, juego sobre El nombre de la rosa), en series, en personajes (recuerdo un viejo juego sobre los Monty Python) en comics (el Jabato), en nada (Pang)...
En las películas pasa más o menos lo mismo: se inspiran en libros, en otras películas (malditos remakes...), en la Historia...
En fin, que los temas y los cruces son infinitos. Los peor parados aquí suelen ser los libros, que surten de ideas a todo hijo de vecino pero no suelen cogerlas. Por suerte, pues cuando lo hacen salen auténticos bodrios: los libros basados en películas suelen ser perfectamente inútiles porque se limitan a relatar la película, de modo que si la has visto te puedes ahorrar la lectura. Y si se inspiran en un juego, puede salir cualquier cosa.
Eso sí, lo peor de todo son las películas sobre juegos. En este aspecto destaca Uwe Boll, que consigue poner de acuerdo a los críticos y a los más apasionados fans de los juegos que versiona (Far Cry, BloodRayne, Alone In The Dark, Dungeon Siege...): todo el mundo los odia y creen que es el peor director del mundo. Yo no he visto ninguna de esas películas, pero ya tengo ganas. Seguro que en menos de diez años habrá varios blogs nostálgicos reclamando una reposición de su obra en la 2.
Toda esta introducción era para dar a conocer el último desvarío hollywoodiano. Al parecer, no quedaban suficientes juegos de ordenador exitosos y se pasan a los tableros. Ya habíamos visto películas sobre ajedrez, pero esto... Y el que se plantea hacerla es nada menos que Ridley Scott. El juego es el Monopoly. Ya sabéis, ese en el que tienes que ir comprando calles y edificando casicas y hoteles para desplumar a tus primos por aparcar en tu casilla. Veremos si la cosa va en serio.
¿Qué será lo próximo? ¿El buscaminas?, habréis pensado muchos (yo también). Y el problema del buscaminas es que es imposible saber el verdadero éxito que tiene entre los usuarios, ya que -como viene de regalo- nadie lo compra. Pero todo el mundo ha jugado alguna vez. Incluso yo me sorprendo alguna tarde buscando minas a pesar de tener otros juegos supuestamente mejores. Navegando un poco, encontré un par de videos:



Un tío que se pasa el nivel experto en 38 segundos. Impresionante. Y sólo pierdes 38 segundos de tu vida viéndolo.



Lo que todos estabais esperando: el trailer de la película del buscaminas.

Y así terminamos: ¡Una película del Pang ya!

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22.10.07

Fuerza y honor

Volvía ayer del pueblo y me encontré en Internet con que el 20 de octubre había muerto Juan Antonio Cebrián. Algunos sabréis quién es, pero otros muchos no. Presentaba en Onda Cero La rosa de los vientos, el programa de divulgación por excelencia de la radio española. Líder de su franja horaria (las madrugadas de los sábados y domingos) y el programa de radio en español más descargado en el mundo. Toda su carrera (17 años) la desarrolló en Onda Cero con varios programas, la mayoría de madrugada, desde el mítico Turno de noche hasta la actual Rosa. Además escribió 15 libros, sobre todo de Historia.
Pero no os aburro más con su biografía, que podéis buscarla en cualquier sitio. Yo no llevaba oyéndole 17 años. Lo descubrí una noche de estudio por casualidad, dando vueltas al dial (entonces el programa era diario) y me acompañó muchas más noches con los apuntes delante. Aún mejor me vino el verano en que trabajé: estaba deseando que llegara el turno de noche para oir La rosa. Cuando fui repartidor, me bajaba el programa (ya sólo los fines de semana) para que Cebrián fuera mi compañero de reparto. Todavía ahora me seguía bajando algún programa de vez en cuando para tener en el MP3. Y más de un sábado y domingo me dormía escuchando el principio del programa (no aguantaba mucho, la verdad), pero con una sonrisa en la boca.
Su voz tenía algo que hacía que te interesaras por aquello de lo que hablaba: lo mismo daba que fuera historia, ciencia, espionaje, literatura, misterio, música, ecología, psicópatas, comics, cine... Sin darme cuenta, llevaba un rato oyendo hablar del canto del loco o de la última de Steven Seagal sin que me pitaran los oídos o me rechinaran los dientes. Y es que tenía una forma tan suave de tratar los temas que pronto le cogías el gusto a todo. Leía ayer a mucha gente que confesaba cómo su amor por la historia había nacido gracias a él. No es mi caso, porque ya me gustaba anteriormente, pero sí que me descubrió otros campos que nunca creí que podrían interesarme.
Ayer, durante el programa-homenaje (y por una vez aguanté despierto las tres horas) que le dedicaron sus colaboradores, encontré alguna lágrima en mi almohada. Siempre me había parecido una locura esa gente que llora porque muere su artista favorito, pero ahora entiendo que es por admiración y por el vacío que queda al pensar que ya nada volverá a ser igual. Siempre quedarán sus trabajos anteriores, pero no volverás a oirle. Al irse se lleva un trozo de ti, del mismo modo que deja un trozo de sí contigo. Nunca me había llevado semejante palo por la muerte de alguien a quien no conocía, ni creía que fuera posible. Es un tópico, pero siempre se van los mejores. Para los que no lo conozcan, pueden buscar en la mula, que está llena de fragmentos: buscad especialmente Pasajes de la Historia o Monográficos Zona Cero. O cualquier cosa. No os arrepentiréis.
Para demostrarlo, un par de datos: desde la una de la madrugada del domingo (hora en que tenía que empezar el programa y en que se anunció la triste noticia) hasta ayer por la noche, más de 400 personas se registraron en el foro no-oficial del programa para dejar un mensaje de adiós y agradecimiento. Mientras, en la Ser y en Radio Nacional, otros programas de similar temática le dedicaban sendos homenajes. Creo que eso quiere decir algo.
En fin. Vaya esto como humilde (y lleno de tópicos) homenaje.
Encantado y feliz (como una lombriz) de haberte comocido, amigo.

19.10.07

San Marino también existe

Como suelo hacer, tras escribir la entrada que subiré un día de estos (tampoco es cuestión de malacostumbraros) me puse a pensar en el título. Por si no lo habéis notado, mayormente busco títulos de películas, libros, canciones... Por crear confusión y atraer despistados, más que nada. A no ser que hable de una película, claro. Entonces pruebo con otra cosa. En cualquier caso, cerré los ojos después de teclear (SPOILER, SPOILER) "Una película del Pang ya" y lo primero que me vino a la cabeza fue Juegos sin fronteras (FIN DEL SPOILER). La idea vino acompañada de gente vestida con buzos de colores chillones que saltaba y se pegaba guantazos.

Y, mira por dónde, no recordaba yo ese concurso que me divirtió tantas mañanas de sábado de niño (ahora la resaca me da bastante entretenimiento. Y menos mal, porque la tele...). Es verdad que en aquellos tiempos sólo había dos canales de televisión, por lo que no teníamos mucho con lo que comparar. Aun así, a la gente le gustaba: peña dándose golpes. No falla: a todo el mundo le gusta reirse del sufrimiento ajeno. Y si son extranjeros más. Por que lo mejor del programa era que los competidores eran países europeos. Ya a tan tierna edad habíamos asumido que nuestra selección de fútbol nunca iba a ganar nada, así que nos conformábamos con triunfar en esto e íbamos aumentando nuestro espíritu competitivo. Y hay que reconocer que la cosa cuajó, porque acto seguido llegaron Induráin (qué grande. Hasta en Murcia tienen una avenida con su nombre. No es como Villava -tiene una plaza, una rotonda y un pabellón, por lo menos- pero está muy bien), las olimpiadas de Barcelona (hasta entonces lo más parecido a una medalla que habíamos visto eran las monedas de chocolate), el tenis, las motos y, últimamente, el baloncesto y la Fórmula 1 (entre otros triunfos. Que no se me enfade nadie). Cierto es que cualquier español cambiaría gustoso todo esto por llegar a la final de un Mundial de fútbol (o por ser campeones de Europa. Ahí no nos conformamos con la final. Si Grecia ganó la última...), pero los éxitos están ahí.
Pero había venido yo a hablar de Juegos sin fronteras. Cada país mandaba varios equipos que se enfrentaban en diversos programas a los equipos de otros países. A la final, cada país mandaba al que mejor papel había hecho (no tendría gracia que hubiera cinco finalistas ingleses o, lo que es peor, franceses). Las pruebas eran distintas en cada programa y eran una versión algo blanda y pasada por agua de Humor amarillo (hay que decir que la primera edición de Juegos sin fronteras se celebró en 1965, así que es anterior). La piscina era el elemento esencial, pues protagonizaba la mayoría de las pruebas (si en Humor amarillo siempre salen Paco Pelucas y Juanito Calvicie, aquí ese papel lo juega la piscina). Había pruebas de todo tipo: carreras, equilibrismo, música, luchas, habilidad... Luego las iban combinando entre sí y la cosa era bastante variada (una carrera en la que al final tenías que identificar una melodía, una pelea en equilibrio sobre una plataforma...). En España, creo recordar, lo presentaban Guillermo Summers e Ignacio Salas, que le daban un buen tono humorístico (a mí es que siempre me han caido bien esos dos).
Golpes, humor... ¿qué más quieres? Pues aún tenía más, porque además de países normales como Portugal, Inglaterra o Italia, estaba San Marino. Yo, por aquel entonces, me imaginaba que aquel desconocido país sería una suerte de Atlántida, en medio del mar, con ciudades submarinas y extraños vehículos anfibios. Cuando intuí que, debajos de sus buzos amarillos no tenían branquias y aletas, pensé que vivirían en barcos o en plataformas en medio del Mediterráneo. Ahora sé dónde está (porque vi un cartel en el viaje a Italia) la Serenísima República de San Marino y que es la república más pequeña y, ojo, antigua de Europa. Pero sigo pensando que es absurdo llamar San Marino a un lugar que no tiene ni costas.
TVE, sin motivo aparente, lo retiró de la programación y dejó de enviar equipos (¿para qué, si no lo iban a emitir?). Por suerte, las privadas ya habían aparecido y teníamos Humor amarillo y el Pressing Catch para saciar nuestra sed de golpes (y los japoneses los encajan mejor que los franceses, eso es innegable). Poco después llegó Ramón García con su Gran Prix que, básicamente, era lo mismo pero con una vaquilla en lugar de la piscina y una cuarta parte (si llegaba) del presupuesto con el que contaban los otros, lo que lo hacía mucho más cutre, repetitivo y blando que ellos. Como ejemplo, basta con recordar los indignantes rollitos de primavera que tienen aquí. Y lo peor es que sólo participan dos equipos, en lugar de 100 japoneses sin respeto por sus vidas o cinco equipos distintos. Que siempre es más variado, oye.
Para terminar, diré que la edición de 1990 la ganó un equipo de Jaca. Un año después, Induráin ganaba su primer Tour. ¿Casualidad? Yo creo que no.

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7.10.07

Reir y pensar II (Ignobel 2007)

Un año más, la Universidad de Harvard ha entregado los premios Ignobel. Finalmente, mis candidatos para el premio de Biología (por descubrir que Jessica Alba está buena. Ya hablé de ellos un poco más abajo) no se llevaron el premio. Sin embargo, hay muchos y jugosos premiados. Este año incluso unos españoles se llevan el de lingüística.
Lo mejor de estos premios es que los galardonados acuden a la ceremonia, lo que significa que se toman con humor su trabajo, que ya es decir. No ocurre lo mismo con los Razzies u otros premios similares. Pero vamos ya con lo importante, que para algo he empezado esto. Aquí están los premios:

-MEDICINA: Brian Wircombe (de Gloucester) y Dan Meyer (de Tennessee) por su penetrante informe La ingesta de sables y sus efectos secundarios.

-FÍSICA: L. Mahadevan (de la Universidad de Harvard) y Enrique Cerda Villablanca (de la Universidad de Santiago de Chile) por estudiar por qué las sábanas de la cama se arrugan.

-BIOLOGÍA: Johanna E.M.H. van Bronswijk (de la Universidad de Tecnología de Eindhoven) por hacer un censo de todos los ácaros, insectos, arañas, seudoescorpiones, crustáceos, bacterias, algas, helechos y hongos con los que compartimos nuestra cama cada noche. [Quien encuentre un seudoescorpión en su cama que me mande una foto, que quiero saber qué leches son]

-QUÍMICA: Mayu Yamamoto (del Centro Médico Internacional de Japón) por desarrollar un método para extraer olor y sabor de vainilla de una boñiga de vaca. Una tienda de Cambridge ha creado el helado "Yum-a-moto Vanilla Twist" como homenaje. [Increiblemente, han perdido la ocasión de hacer un helado de mierda y lo han hecho de vainilla]

-LINGÜÍSTICA: J.M. Toro, J.B. Trobalon y N. Sebastián-Gallés (de la Universidad de Barcelona) por demostrar que las ratas no distinguen entre el japonés y el holandés hablados al revés. [Lo que más me intriga a mí es que sí los distingan si hablas al derecho, o que sí distingan entre castellano y catalán hablados al revés]

-LITERATURA: Glenda Browne (de Blaxland, Australia) por su estudio de la palabra inglesa "the" [el, la, los, las en castellano] y las muchas maneras en las que causa problemas a los que intentan ordenar cosas alfabéticamente.

-PAZ: el Laboratorio de las Fuerzas Aéreas de Dayton, Ohio por investigar y desarrollar una nueva arma química -llamada bomba gay- que hace que, irremediablemente, los soldados enemigos se sientan sexualmente atraidos entre ellos.

-NUTRICIÓN: Brian Wansink (de la Universidad de Cornell) por explorar el -aparentemente desatado- apetito del ser humano. Al parecer, lo hizo dando de comer a la gente en un plato sin fondo (se iba llenando sin que el comensal lo notara). Los sujetos seguían comiendo mientras veían comida en el plato. Conclusión: la gente se sacia con los ojos, no con el estómago.

-ECONOMÍA: Kuo Cheng Hsieh (de Taichung, Taiwán) por patentar -en el año 2001- un aparato para capturar ladrones de bancos mediante una red. [Y aquí persiguiendo al Solitario desde el siglo pasado, con lo fácil que era]

-AVIACIÓN: Patricia Agostino, Santiago Plano y Diego Golombek (de la Universidad Nacional de Quilmes, Argentina) por descubrir que el Viagra ayuda a los hamsters a recuperarse del jetlag.


Pues eso era todo. El año que viene más.
Si es que hay días que ya vienen las entradas escritas.

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3.10.07

Murcia, qué hermosa eres

Si en enero alguien me hubiera dicho que iba a pasar mis vacaciones de este año en Murcia, me habría carcajeado en su cara. Lo que yo pensaba a hacer era irme a Munich, como ya conté aquí hace tiempo. Pero aún diría más: es una ciudad que no pensaba visitar en mi vida. Entre la distancia, mi poco gusto por el calor y la gala con la que atormentan año tras año al resto de España, no parecía un destino posible.
Sin embargo, una murciana estudió Humanidades conmigo y ahora le ha dado por casarse, por lo que dejé la Oktoberfest para el año que viene y me fui cuatro días para allí -se casó con un mejicano y va a vivir allí, así que podía ser una de las últimas ocasiones de juntarnos la antigua cuadrilla humanista-.
Salí la madrugada del jueves, con un frío invernal. Dos trenes, dos películas (Rocky Balboa y otra cuyo título no quiero ni recordar por lo mala que era) y dos documentales (uno sobre robots y nuevas tecnologías que, paradójicamente, sólo pude ver porque el sonido de mi asiento no iba bien y otro sobre la ruta de la seda que me ayudó a dormir) más tarde estábamos en Murcia con calor veraniego. Un taxi nos llevó a unos apartahoteles que recordaban a Melrose Place -con piscinita y bar- y que estaban más lejos de Murcia de lo previsto.
Ya instalados, esperamos a que fueran llegando el resto de humanistas recuperando fuerzas con unas jarricas de cerveza. En total, nueve pamplonicas. Unas veinte cañas más tarde nos dispusimos a cenar con una amiga murciana de la novia (nuestra guía esos días). Nos llevó a un lugar llamado las Viandas, donde probamos -entre otras cosas- unos palitos de berenjena con salsa de atún que estaban de muerte. Satisfecho nuestro apetito, pasamos a las copas. Había que ir calentando los hígados para dejar bien alto el pabellón en la boda. Un rato después se nos unieron los novios y otros mejicanos. Era jueves y no había mucha gente por los bares, pero aún así nos dieron las tantas. Intentamos llevarnos al novio y a su hermano a desayunar unos churros o algo (aunque ellos querían tacos), pero fue imposible: nuestra guía ya se había ido a casa y no pudimos encontrar ningún lugar abierto. Es lo que tiene no conocer la ciudad. Aprovechamos para cantarles alguna jota y la ranchera de Mazatlán (son de allí y les hizo ilusión que me la supiera, jeje). Ellos nos correspondieron cantando Molotov y así estuvimos hasta que alguien nos dijo que íbamos a despertar a los vecinos. Sin nada más que añadir, los acompañamos al hotel y nos fuimos a nuestras camas.
El viernes, un desayuno mediterráneo me arregló la sequedad de la boca y me dejó como nuevo. No sabíamos qué hacer, así que llamamos a la novia para que nos recomendara algo y nos invitó a su casa a comer. Nos fuimos para allí y parecía la ONU: daneses (su hermano está casado con una danesa), mejicanos y murcianos llenaban la casa cuando aparecimos nosotros nueve a okupar la piscina. Aunque nos recibieron bien, yo me sentía un estorbo si tenía que pasar adentro en bañador, con tanta gente, tanto niño y tanto lío que había con los preparativos. Aún así, estuvimos en remojo hasta media tarde. Se nos unieron dos pamplonicas más que acababan de llegar a Melrose Place y nos fuimos a cenar otra vez a las Viandas. Intentamos ir a otro por variar, pero estaba completo y no quisimos arriesgarnos. Esa noche volvimos prontico: tampoco era cuestión de tentar a la suerte. Hubo momentos en estos dos primeros días que me recordaban tanto a nuestras reuniones de antaño que a duras penas evité que me cayerá una lagrimilla. Qué tiempos aquellos.
El sábado, ya trajeados (os pondría alguna foto, pero mi cámara me traicionó y no tengo ni una), nos dirigimos al lugar de la ceremonia. Allí descubrimos que en Murcia los conceptos de espacio y tiempo son más relativos aún que en el resto del mundo: la boda empezó casi media hora tarde y el lugar del banquete resultó estar a una hora de viaje en el autobús del infierno. Era una bodega en Jumilla donde, además del mejor jamón que he comido nunca -llegamos al a conclusión que un jamóm bueno bueno es mejor que cualquier otra comida que un ser humano pueda meterse a la boca-, pudimos catar unos buenos caldos del lugar y otras delicias. Por cierto, que me tocó en la mesa con tres americanos y tras unas copas de vino descubrí que esto de escuchar música en inglés no sirve sólo para animar el espíritu. A un neoyorkino tuve que enseñarle a comer cigalas (aunque no me hizo caso, la miró a los ojos y casi echa hasta la primera papilla. Después, eso sí, le gustó el sabor. Incredible, dijo) y luego estuvimos hablando de Tarantino. Otro era de Boston y estuvimos charlando un poco de Cheers y un buen rato de los Dropkick Murphys, grupo que no sólo conocía sino que había visto varias veces en pequeños garitos -y lo peor, lo que hizo que mis instintos homicidas afloraran, es que estuvo allí el día de San Patricio que grabaron para su disco en directo. Maldito...-. Con la otra no crucé muchas palabras (era vegetariana y me escuchó decir que era carnívoro) pero, de todos modos y contra pronóstico, fui de los que más habló con ellos. Durante el baile, los murcianos y los mejicanos dejaron claro que les hacía mucha ilusión que tanto pamplonica hubiera bajado hasta allí. Ni que hubiéramos ido andando, pensaba yo. Más lejos están Mazatlán y Dinamarca, ¿no? Además, le regalamos un cuadro de Sanfermín y unos pañuelicos rojos que gustaron incluso al señor que se parecía a Franco. La danesa dijo que, después de verme el día anterior, con traje estaba menos natural. Entre extrañas conversaciones, cubatas, escupitajos (Groucho me escupió desde un alféizar, diciendo que siempre había querido hacer como en un concierto punki), rancheras, puros hechos a mano en Veracruz -slurp. Y no fumo-, duelos musicales entre el hermano del novio y un pamplonica -se turnaban con los discos-, caídas, fotos, pies femeninos descalzos, corbatas en cabezas, camisas sudadas y muy buen ambiente, llegó la hora de salida del último autobús a Murcia.
Otra hora de viaje por delante, con el agravante del alcohol que ya teníamos dentro, podía hacer estragos con nuestros cuerpos. Alguien le mangó el micrófono al conductor y casi todos llegamos con vida a la capital. La mayoría sin ganas de marcha, pero vivos al fin y al cabo. El hermano del novio, los tres americanos, una murciana con dolor de pies (la que andaba descalza) y un total de cuatro pamplonicas -está claro que el calentamiento del jueves nos vino bien- seguimos con la celebración. La murciana tenía que hacer de guía y nos llevó al que probablemente sea el bar más chungo de Murcia. Nada de lo que vi allí me gustó (excepto alguna fémina, claro): el camarero era sordo y gilipollas, los cubatas flojos, el baño estaba asqueroso (Vomitón había pasado por allí) y la música mortal. No tardamos mucho en huir -el tiempo justo de repostar tras una hora en seco- a otro lugar poblado de gente algo mayor para nosotros pero más agradable. Allí nos pusimos a tono con unos cuantos cubaticas más (en mi caso, había perdido la cuenta hacía ya muchas horas). A eso de las tres nos abandonó la murciana de los pies y tuvimos que buscarnos la vida. Lo mismo hicieron los americanos (yo creo que se quedaron hasta entonces porque no sabían voler a su hotel). El hermano del novio nos sorprendió cuando dijo que le gustaban Kortatu, Eskorbuto, Skalariak, Barricada... y nos miró mal cuando le dijimos que nosotros los teníamos muy vistos (eso me resarció un poco de la envidia que me dio el de Boston). Lo arreglamos recomendándole algún otro grupillo parecido. Cuando se fue nos abrazaba y nos invitaba a ir a Mazatlán. Muy majo el tío.
Domingo: el reposo del guerrero. Me levanté el primero y refresqué mi cerebro en la piscina. El resto fueron apareciendo con diversos grados (entre cero e infinito) de resaca. Nuestra guía de los días anteriores y su novio aparecieron con la intención de llevarnos a comer a un lugar allí cerca. Los Rescoldos de Carrascoy resultaron estar a 46 kiloómetros, pero comí allí la mejor paella de mi vida. A mí no hay que hacerme mucho caso, porque no he comido muchas paellas en mi vida, pero los demás dijeron lo mismo. Después nos llevó a una casa que tenía por allí a pasar la tarde a la sombra con unos cubatas. Estuvimos toda la tarde riéndonos recordando las anécdotas de la noche anterior, pero lo mejor fue poder coger del mismo árbol los limones de mi cubata. Es una tontería, lo sé, pero me hizo mucha ilusión. Y, tristemente, llegó la hora de la despedida: no hay palabras para agradecer a nuestros guías por los días que nos hicieron pasar (más que guías eran niñeros), absolutamente inolvidables. Y lo mismo para todos los demás parientes de los novios. Todo el mundo allí nos trataba como si nos conociera de toda la vida (en mi caso, era la primera vez que me veían). Incluso el resto de murcianos eran simpáticos y amables (no todos, claro, pero sí la mayoría). Y hay que decir que las murcianas son, en general, bastante guapas. El único mosqueo que tuvimos fue que los camareros del bar les ponían tapas de patatas a todos menos a nosotros, que teníamos que pedirlas y pagarlas. Los que se iban más tarde que yo se comprometieron a averiguar el porqué, pero aún no he tenido noticias. Pero eso no empañó los espectaculares cuatro días que pasamos en Murcia. Ya le dije a la novia que si queire casarse otra vez el año que viene, yo volveré.
Lunes: con una sonrisa en la boca y un sueño atroz (nuestro tren salía a las seis de la mañana. Los demás estaban completos) Groucho y yo emprendimos el viaje de vuelta. La ruta de la seda -episodio 2- me durmió la primera etapa del viaje y Mr. Bean me animó el final. En Madrid teníamos que esperar 4 horas al tren de Pamplona, por lo que nos dedicamos a pasear, a beber cerveza, a olisquear libros en la cuesta de Moyano (una vieja murmuró una bronca contra mí por tocar un libro. Quizá creía que iba a comprarlo por el título o por el dibujo de la portada, la muy arpía). En el último tren vimos La prueba. El documental lo dejaron para los que seguían hasta Hendaya, por lo que no pude dormir hasta que llegué a mi casa, exhausto pero contento.

Pues eso: muchas gracias desde aquí a todos los que nos aguantaron esos cuatro días y a los que nos acompañaron en nuestras borracheras (aunque probablemente no vayan a leerlo). El año que viene veré la gala en la tele con un cubata en la mano, y eso no lo hago por cualquiera.

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