El ojo vago

Dale fuego a un hombre y estará caliente un día, pero préndele fuego y estará caliente el resto de su vida. Terry Pratchett

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Lugar: Villava, Navarra, Spain

15.3.10

And the Oscar goes to...

Venga, que no se diga. Una actualización por semana. A este paso me voy a volver un pelma. Aunque advierto que mi ordenador se está volviendo loco y es posible que pronto deje de funcionar.
Pero a lo que había yo venido: resulta que estuve viendo la ceremonia de los Oscar. Y no era uno de esos degenerados que esperan en la alfombra roja cuando pasa su actriz favorita, no. En primera fila estaba, recogiendo las lágrimas de los perdedores.
Resulta que la noche de la ceremonia no podía dormir, así que me puse la radio. Los programas deportivos suelen ser mano de santo, ya que sólo hablan del Madrid y del Barça y no me interesa mucho (en este caso, estaban calculando matemáticamente cuántos chicharros le iban a caer al Olimpique). Aún así, no me dormí. Pero he aquí que comenzó la entrega de premios y encontré una cadena que la retransmitía. Durante un rato seguí igual, pero después de una hora (escuché el merecido Óscar al nazi de Malditos bastardos, el de vestuario a Star Trek y algún otro premio menor) empecé a cerrar los ojos y la mente. No así los oídos, que seguían funcionando. Eso, sumado a la magia del cine -que no sólo actúa si pagas entrada, por lo visto-, hizo que en mis sueños siguiera escuchando la retransmisión: así que contemplé a Sandra Bullock (mejor y peor actriz del año en 24 horas, todo un record) con su vestido plateado, a Ben Stiller disfrazado de Na'vi... Soñé que estaba tirado en mi sofá viendo a James Cameron contemplar con envidia a su ex-mujer; que estaba en un bar tomando una Optimo Bruno tomando con el tío que dobla a Martin Lawrence (que estaba en la emisora esa haciendo comentarios)... Y lo mejor fue cuando vi en directo, y en primera fila de butacas, la entrega a la mejor película extranjera: ahí estaba Almodóvar, ahí estaba Tarantino (con el mismo traje que en Reservoir dogs: al menos no lo soñé con la camisa de flores de Pulp Fiction). Ahí saltó la sorpresa y ahí se torció mi sueño. Como no tengo ni idea de cómo es el Campanella ese, se convirtió todo en una parodia de Muchachada Nui. Las caras de Tarantino y Almodóvar se convirtieron en caretas (cosa que no conjuntaba mal con sus bromas de "me molan tus pelis pero no entiendo ni papa", por cierto), las butacas se convirtieron en mesas de café y yo aproveché y me fui a pedir un cubata a la barra mientras al ganador le cortaban el discurso porque se pasaba de tiempo. Quizá si hubiera ganado La cinta blanca hubiera sido todo más glamouroso, pero el cubata estaba rico hasta que se me cayó por el sofá en el que estaba viendo como En tierra hostil se llevaba el último Oscar. El único premio que no llegué a escuchar fue el de mejor actor (supongo que en ese momento estaría en la barra hablando con el camarero y se me escapó, pero es que había barra libre).
Esa noche calculo que dormí una hora o dos -siendo generosos- pero, teniendo en cuenta que no tengo previsto acudir al teatro Kodak en esta vida (a no ser que Escarlata Johansson se dé cuenta de que soy el hombre de su vida), mereció la pena.

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