El ojo vago

Dale fuego a un hombre y estará caliente un día, pero préndele fuego y estará caliente el resto de su vida. Terry Pratchett

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Lugar: Villava, Navarra, Spain

23.6.09

Enemigos íntimos

Desde hace unas semanas, tengo un nuevo curro. Resulta que, allá por febrero, la mujer a la que estaba haciéndole el relevo por cuidado de hijo decidió que no estaban los tiempos para dejar ningún trabajo y que era mejor volver. Como no la conozco, me tomo la licencia poética de decir que es una guarra, pues cuando se cogió la baja dijo que no iba a volver ni de coña. Por otra parte, poco después de mi marcha echaron a un puñado de la gente que estaba fija, así que me libré de ser el primer expulsado (ya que habría sido el más barato).
Y ahí estuve unos meses engrosando las listas del paro, descansando y sin buscar con mucho ahínco, pues tenía que ir al concierto de AC/DC un jueves y no era cuestión de perdérmelo por trabajar. Se acercaba el verano y ya me veía yo tres meses en una sombra, con un libro (electrónico o no) y una cerveza, levantándome sólo lo justo para ir al baño y a fiestas de algún pueblo cercano.
Pero resulta que un primo mío me avisó de que una empresa de las que fabrican molinos de viento había cambiado de operador logístico y buscaban conductores. Les mandé un curriculum en el que relataba con todo lujo de detalle (número de palomas atropelladas incluído) mis años como repartidor de medicamentos por farmacias. Se ve que les gustó, porque me acogieron con entusiasmo y me entregaron un mapa de Navarra y una camioneta nuevecita.
Así que sí: vuelvo a ser un furgonetero loco. Esta vez no tengo que aguantar a farmacéuticas (con perdón) y, como ando sobre todo por el monte y no por Pamplona, en lugar de atropellar palomas esquivo corzos, yeguas, perdices y conejos (que son animales sanos y limpios que merecen vivir), contemplo hermosos paisajes (no en vano los molinos están en lo alto del monte: a ver si empiezo a llevarme la cámara) y derrapo por los pedregosos caminos que suben a los parques, llevando cualquier cosa que los gigantes necesiten para seguir moviendo los brazos y asustando a los Quijotes que pasen por allí.
Pero no todo es de color de rosa. Para empezar porque me temo que este año mis sanfermines van a ser muy cortos, pues los jefes no son muy amigos de dar días de fiesta a recién llegados.
Pero lo peor de todo es que allí trabaja también mi viejo archienemigo, JL. Antes de ir a la entrevista preparé mi collar de corazones de paloma y busqué en google algo sobre la empresa: allí vi su nombre, cosa que me inquietó. Sin embargo, el día de la entrevista no lo vi y pensé que sería una coincidencia.
Algunos ya leísteis sobre él en otro lugar, así que os recuerdo quién era y de paso pongo en antecedentes a los profanos: JL fue uno de mis profesores en la universidad. Ya allí me cayó mal: era una de esas personas que pronuncian "naiki" cuando leen nike, cosa que dice bastante de él. Pero aprobé aquello y procuré no cogerme más asignaturas que impartiera él, así que no pasó de ser un profesor gilipollas.

Acabé la carrera y entré a hacer las prácticas a una agencia de viajes. La cosa iba bien hasta que apareció él: quería un apartahotel. Le hice la reserva en el que quería (aunque hubo de por medio un intercambio de emilios que el calificó de amenazantes y mi jefa de normales) y allí se fue con sus odiosos niños -de tal palo...-. No tardó en llamar diciendo que el apartamento era una mierda y que quería otro. Se la cambiaron pero tampoco le gustó, así que empezó a echarme las culpas y, por suerte para todos, a evitar hablar conmigo. Quienes le atendían decían que era gilipollas, en el hotel decían que era gilipollas y él seguía quejándose. Yo mientras tanto estaba de los nervios pues, aunque remota, existía la posibilidad de que la hubiera cagado mandándole a un cuchitril.
Ya me estaba olvidando de él cuando vi su nombre en la web de la empresa. Y allí estaba en mi primer día: por supuesto, me hice el tonto y fingí no reconocerle. Lo mismo que él (o quizá no finja y sea tonto, claro). Los primeros días fueron duros, porque no había entrado nadie más y yo era el único a quien podía dar órdenes. Luego ya vinieron nuevas almas a las que podía atormentar y me dejó un poco en paz.
He de decir que la mayoría allí piensa que es gilipollas (aunque los que más mandan se cuidan mucho de decirlo, se les ve en la cara cada vez que le ven entrar por la puerta o les dices que esa cosa rara que estás haciendo te la ha mandado él). La verdad es que ya la ha liado varias veces, pero últimamente no aparece mucho por el almacén y estamos más tranquilos. Eso sí, el hecho de que haya bastantes más personas que tengan (más o menos) la misma opinión que yo me creé el segundo día de clase allá por el siglo pasado me tranquiliza y me da fuerzas para seguir fingiendo que no le conozco y que aún no me cae mal. Supongo que, ahora que salgo de viaje todos los días y paro poco por el almacén no lo veré mucho, cosa que ayudará también.
Por una vez, el tiempo me ha dado la razón.

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