El ojo vago

Dale fuego a un hombre y estará caliente un día, pero préndele fuego y estará caliente el resto de su vida. Terry Pratchett

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Lugar: Villava, Navarra, Spain

16.3.08

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7:44
Estaba pensando en escribir esto mañana, cuando despertara libre de la influencia del alcohol. Por otro lado, no sería la primera vez que pienso algo con Facundo Bacardí y a la hora de la verdad me rajo. De hecho, las dos frases anteriores me han costado más o menos 5 minutos de sueño: a pesar de todo, me niego a escribir con faltas de ortografía y voy revisando todo letra a letra. Arf.
El caso es que (acabo de darme cuenta de que repito mucho esa frase, si cuento "la cosa es que...". Procuraré enmendarlo) hemos ido a la puta Totem y había una fiesta de cierta bebida chocolateada y alcohólica (en mis tiempos, lo que bebían los niñatos -mezclado con lo primero que encontraban-. Cuando estás aprendiendo a beber te metes lo que te dan; es comprensible). Cosa bastante normal. La cosa es que (otra vez, ¿eh? Tampoco controlo tanto como creía) no sólo regalaban cosas por cada pote son su nombre que tomaras, sino que todo el mundo tenía pegatinas fluorescentes en el pecho (o los pechos, según el sexo del individuo) y cada dos por tres veías a unos pintas haciendo malabarismos con bolos, fuego, zancos, linternas o cosas y camisetas de la susodicha bebida (3 intentos me ha costado escribir susodicha).
Yo que, aunque parezca que no, ya tengo alguna experiencia en esto del bebercio, en la vida he bebido semejante bazofia (bazofia a la primera. ¡Ole!) a no ser por obligación. Y, claro, he llegado a la conclusión de que cuanta más parafernalia necesita una bebida, peor es. Las fiestas de Guinness o Capitán Morgan consisten en que cuanto más bebas más regalos te llevas. No hay payasos incitándote a beber. Desde luego, los de hoy se llevan la palma. Mi zona de influencia no está muy lejos de la barra y no he visto a nadie pedir semejante bebida. Si es que aunque la mona se vista de seda...
Pero no ha sido eso lo peor. Cuando -ya amanecido- nos han echado de ese pecaminoso lugar, me he dirigido a la panadería más cercana con la sana intención de recenar antes de irme a mi casa. Sin embargo, la última página del Diario de Navarra me ha quitado el apetito,
"Un paciente veía que su mano intentaba ahogarle", decía el titular. Y claro, eso da qué pensar. En lugar de meterme en mi cama, he leído la entrevista (no vaya a ser que mi mano me ahorque y luego digan que me he ahogado en mi propio vómito) y resulta que el paciente tenía el síndrome de la mano ajena, que por la noche intentaba ahogarle (por suerte era la mano izquierda y con la derecha lo controlaba. Si llega a ser al revés...). Pero es que he leído la entrevista íntegra -y con ojos de borracho- y había bastantes titulares más realistas y menos alarmantes: "Todos piensan. El problema es definir qué es pensar", habría puesto yo. Pero valdrían "Pensar es un aprendizaje constante", "tener ética es sentirte mal con lo que detectas que está mal"... Lo de la mano asesina me suena a película de miedo con remake americano.
Ay. Con la de periodistas en paro que hay.

8:29

(Entrada patrocinada por Facundo Bacardí)

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