Oktoberfest
Tarde o temprano llegará el día en el que viaje a Munich a la Oktoberfest. A pesar de su nombre, no se celebra en octubre. Hace una semana leí en el periódico que ya había empezado. Termina a comienzos de octubre, así que supongo que de ahí viene su nombre. Todos sabéis qué es: un sitio al que vas a ponerte tibio a cerveza, servida -por unas rubias teutonas- en unas bonitas jarras con capacidad para, al menos, un litro. Lo más parecido al paraíso, vamos. Hace tiempo que tengo el firme propósito de acudir alguna vez a semejante Valhalla.
De momento, me tengo que conformar con lo que hay por aquí. O por allí. Ayer me trajeron de Alemania una Paulaner Oktoberfest Bier -se supone que la hacen para la fiesta, pero ésta la comercializan todo el año-. No de la Oktoberfest, sino del supermercado, pero da igual. No me ha durado ni 24 horas en el frigorífico, así que paso a la cata.
Lo primero que se aprecia es el color: dorado muy brillante, casi naranja. Color otoño, como la temporada a la que pertenece. La espuma es compacta (aunque no muy duradera). El aroma es dulce y penetrante: dan ganas de quedarse oliéndolo un buen rato.
Cosa que no he hecho, evidentemente: las cervezas son para beberlas. Lo primero que sorprende del sabor es que es una cerveza de cebada -la Paulaner normal es una cerveza turbia de trigo-. Esto ya se intuía por el color, pero lo aclaro para los profanos. Dulce y refrescante, se bebe prácticamente sola, pues no es nada densa. Lo que no significa que no tenga cuerpo, claro. La verdad es que el medio litro se hace corto, porque cada trago sabe mejor que el anterior. Como además me había puesto la música adecuada a tan importante evento, pues casi me pongo a bailar encima de la mesa. Luego he recordado que no estaba en Munich y ninguna rubia iba a subirse conmigo ni a traerme otra jarra de Paulaner, así que he apurado las últimas gotas casi con lágrimas en los ojos. El medio litro sabe a poco: sin mucho empeño me podría beber litros y litros de tan mágico brebaje.
Veredicto (ja, como si no lo supierais): ya está en mi top 5 de cervezas.
Se busca gente para ir el año que viene a la Oktoberfest.
¡Y viva San Francisco de Paula!
PD: sólo tiene 6 gradicos, así que todo lo anterior no es producto de una borrachera.
De momento, me tengo que conformar con lo que hay por aquí. O por allí. Ayer me trajeron de Alemania una Paulaner Oktoberfest Bier -se supone que la hacen para la fiesta, pero ésta la comercializan todo el año-. No de la Oktoberfest, sino del supermercado, pero da igual. No me ha durado ni 24 horas en el frigorífico, así que paso a la cata.
Lo primero que se aprecia es el color: dorado muy brillante, casi naranja. Color otoño, como la temporada a la que pertenece. La espuma es compacta (aunque no muy duradera). El aroma es dulce y penetrante: dan ganas de quedarse oliéndolo un buen rato.
Cosa que no he hecho, evidentemente: las cervezas son para beberlas. Lo primero que sorprende del sabor es que es una cerveza de cebada -la Paulaner normal es una cerveza turbia de trigo-. Esto ya se intuía por el color, pero lo aclaro para los profanos. Dulce y refrescante, se bebe prácticamente sola, pues no es nada densa. Lo que no significa que no tenga cuerpo, claro. La verdad es que el medio litro se hace corto, porque cada trago sabe mejor que el anterior. Como además me había puesto la música adecuada a tan importante evento, pues casi me pongo a bailar encima de la mesa. Luego he recordado que no estaba en Munich y ninguna rubia iba a subirse conmigo ni a traerme otra jarra de Paulaner, así que he apurado las últimas gotas casi con lágrimas en los ojos. El medio litro sabe a poco: sin mucho empeño me podría beber litros y litros de tan mágico brebaje.
Veredicto (ja, como si no lo supierais): ya está en mi top 5 de cervezas.
Se busca gente para ir el año que viene a la Oktoberfest.
¡Y viva San Francisco de Paula!
PD: sólo tiene 6 gradicos, así que todo lo anterior no es producto de una borrachera.
En la mía sólo pone Oktoberfest Bier, pero el dibujo es el mismo.