El ojo vago

Dale fuego a un hombre y estará caliente un día, pero préndele fuego y estará caliente el resto de su vida. Terry Pratchett

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Lugar: Villava, Navarra, Spain

9.6.06

Giro de Italia X: última etapa.


Domingo. Era nuestro último día completo en Italia (ya era hora de que terminara esto, ¿eh?). Y la lluvia seguía acompañándonos. La última mañána en Venecia la pasamos comprando los últimos regalos a parientes y conocidos. En este caso, lógicamente, máscaras de carnaval. Lo cierto es que, una vez dentro de las tiendas, era difícil resistirse a comprar alguna. Por un lado, las paredes estaban llenas de máscaras a cada cual más hermosa y delicada, y que parecían decir "llévame contigo". Por otro, a los dueños les da igual que te las pruebes todas una detrás de otra. Lirón se probó el disfraz completo de Casanova. Pondría la foto, pero todavía estoy esperando a que me pase todas las que sacó. Yo me compré tres: una de la cara entera -para mi hermana-, una del doctor Peste -esas de la nariz larga- y otra que sólo tapa los ojos. Y no me llevé más porque no tenía espacio en la maleta para asegurarme de que volvieran enteras a España, que si no dejo mi VISA sin un duro.
También quería haber entrado a ver la Catedral de San Marcos por dentro, pero había millones de personas haciendo cola, así que me lo tuve que apuntar para la próxima vez. Desde luego, nos perdimos varias veces: aquello seguía siendo el mismo laberinto que el día anterior.
Después de comer cogimos nuestro penúltimo tren, hasta Brescia. Allí, sin salir de la estación, tomamos el último a Bérgamo. Éste tren era de lo peor: un cascarón viejo y muy lento. Además, paraba en todos los pequeños pueblos que íbamos atravesando. Yo creo que andando habríamos llegado antes. Ya en Bérgamo, descubrimos la Italia profunda: calles casi sin gente y nadie habla inglés (no digamos español). Además, el centro queda muy lejos de la estación, así que nos encontramos en los peores barrios, cargados como mulos y sin lugar donde dormir (de nuevo, estaba todo lleno). Lirón entró por una calle en busca de una pensión y volvió corriendo porque resultó que era el barrio de los negros y detectó miradas sucias en sus rostros. Como el avión salía temprano al otro día, decidimos pasar la noche en el aeropuerto. El autobús pasó por esas calles de camino y contemplamos escenas propias del Bronx (o del Bronx que sale en las series).
En el aeropuerto, cenamos el peor bocadillo de la historia, pero pudimos comprar un par de litronas de cerveza con la idea de que nos ayudaran a pasar la noche (aunque Lirón y Txipirón me decían que me había pasado comprando tanta). Compramos también un libro de sudokus para pasar el rato: venía con un lápiz que Txipirón tardó cinco minutos en perder. Nos fuimos acomodando en el suelo (las mejores sillas ya estaban ocupadas) con intención de pasar nuestra última noche en Italia.



No lloréis todavía, que queda el último día.

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