Guía cervecera I: clasificación
Ya ha terminado el veranico, empieza a hacer fresco y las féminas se ponen más ropa para salir a la calle, así que no me queda más remedio que refugiarme en mi blog a aburrir al personal. Y no es que en verano me dedique a ir por la calle observando escotes, espaldas y piernas, ¿eh? Lo de refugiarme lo decía por la falta de calor.
Y en esta primera entrada del otoño voy a hablar, sí, de cerveza. Jamás lo habríais adivinado, ¿eh? Pero esta vez la excusa es buena: tras el fracasado intento del año pasado, por fin, este 2008, voy a visitar Munich en plena Oktoberfest. Ya hace unos fines de semana que he abandonado el ron para ir acostumbrando al cuerpo a beber sólo cerveza y hoy me pondré a buscar consejos para guiris, no vaya a ser que el primer día la líe y me expulsen del país. En realidad, vamos también a Praga y algún otro lugar menor, pero lo bueno es Munich, donde probaré por fin la auténtica cerveza de octubre. Ya os contaré.
Y, para que no parezca que lo único que quiero es dar envidia, os añado una guía para los novatos en esto de saborear la cerveza. Pero antes, un poco de música cervecera.
1) Tipos de cerveza
Encontraréis por ahí muchas clasificaciones: según el color, la cantidad de alcohol, el origen, el sabor... Todas valen, así que yo voy a dar la mía, que es según su uso:
- Cerveza de batalla: son las cervezas que bebes una noche de juerga, en un concierto, en sanfermines. Su fin último es emborracharte -pero no demasiado; si no, beberíamos cubatas- o, al menos, no dejar que tu boca se seque en ningún momento. Como vamos a beber varios litros, no es necesario que sea una cerveza excesivamente buena: valen las cañas que haya en la barra correspondiente. Ya sabéis: San Miguel, Estrella, Mahou... Yo he llegado a tragar incluso la que empieza por H y la que empieza por A (habituales en las cañas) en noches de ésas.
- Cervezas de refresco: son las que disfrutas después de haber hecho deporte o, simplemente, una calurosa tarde de agosto. Muchas de estas cervezas se suelen servir con un limón en su interior, cosa que ya indica su cometido (ya sabéis: contra la sed, piña-fresa-limón. Contra el calor, Frigo). Hablo de las Franziskaner, Paulaner... Las de trigo son perfectas para esto, aunque también me vale la Coronita. Este verano iba casi todas las tardes con uno de mi pueblo a jugar un partido de pelota y después nos trincábamos unas Pacas que nos sabían a gloria (con la satisfacción añadida de haber hecho algo bueno para el cuerpo antes).
- Cervezas de acompañamiento: son las que saboreas desde antes de abrir la botella. Meto aquí las cervezas de abadía, la mayoría de las de alto contenido alcohólico y todas aquellas que, al probarlas, sientes que están por encima de las demás. Demasiada categoría como para sólo emborracharte o quitarte la sed. Las usas para ver una buena película, o escuchar un disco que te acabas de bajar, o ver la final de la Copa de Europa, o después de una buena cena para soltarte la lengua en la sobremesa. Es decir, que son para beberlas despacio y aumentar el gozo de la actividad a la que acompañan. La de películas que habré visto yo con una Optimo Bruno y un buen plato de queso. Slurp.
- Guinness: categoría aparte, porque no sabía dónde meterla. La he probado en las tres categorías y en todas cumple su función: me ha emborrachado, refrescado y acompañado sin ningún problema.
Lo bueno de esta clasificación es que puedes meter en cada categoría las cervezas que quieras: hay gente que bebe Judas los sábados por la noche, gente que considera un manjar la Budweisser... Yo mismo voy a usar en breve las cervezas de octubre (que, intuyo, serían de acompañamiento) como cervezas de batalla. Así que allá cada cual: yo sólo os he dado las pautas.
Y así termina la primera parte de este interesante reportaje: mañana continuaré con el modo de servir cualquier cerveza. Os dejo aquí una foto de la cerveza verde que bebí en Londres. Tendría que haberla incluido en su sitio, pero no la tenía por aquel entonces.
Y en esta primera entrada del otoño voy a hablar, sí, de cerveza. Jamás lo habríais adivinado, ¿eh? Pero esta vez la excusa es buena: tras el fracasado intento del año pasado, por fin, este 2008, voy a visitar Munich en plena Oktoberfest. Ya hace unos fines de semana que he abandonado el ron para ir acostumbrando al cuerpo a beber sólo cerveza y hoy me pondré a buscar consejos para guiris, no vaya a ser que el primer día la líe y me expulsen del país. En realidad, vamos también a Praga y algún otro lugar menor, pero lo bueno es Munich, donde probaré por fin la auténtica cerveza de octubre. Ya os contaré.
Y, para que no parezca que lo único que quiero es dar envidia, os añado una guía para los novatos en esto de saborear la cerveza. Pero antes, un poco de música cervecera.
1) Tipos de cerveza
Encontraréis por ahí muchas clasificaciones: según el color, la cantidad de alcohol, el origen, el sabor... Todas valen, así que yo voy a dar la mía, que es según su uso:
- Cerveza de batalla: son las cervezas que bebes una noche de juerga, en un concierto, en sanfermines. Su fin último es emborracharte -pero no demasiado; si no, beberíamos cubatas- o, al menos, no dejar que tu boca se seque en ningún momento. Como vamos a beber varios litros, no es necesario que sea una cerveza excesivamente buena: valen las cañas que haya en la barra correspondiente. Ya sabéis: San Miguel, Estrella, Mahou... Yo he llegado a tragar incluso la que empieza por H y la que empieza por A (habituales en las cañas) en noches de ésas.
- Cervezas de refresco: son las que disfrutas después de haber hecho deporte o, simplemente, una calurosa tarde de agosto. Muchas de estas cervezas se suelen servir con un limón en su interior, cosa que ya indica su cometido (ya sabéis: contra la sed, piña-fresa-limón. Contra el calor, Frigo). Hablo de las Franziskaner, Paulaner... Las de trigo son perfectas para esto, aunque también me vale la Coronita. Este verano iba casi todas las tardes con uno de mi pueblo a jugar un partido de pelota y después nos trincábamos unas Pacas que nos sabían a gloria (con la satisfacción añadida de haber hecho algo bueno para el cuerpo antes).
- Cervezas de acompañamiento: son las que saboreas desde antes de abrir la botella. Meto aquí las cervezas de abadía, la mayoría de las de alto contenido alcohólico y todas aquellas que, al probarlas, sientes que están por encima de las demás. Demasiada categoría como para sólo emborracharte o quitarte la sed. Las usas para ver una buena película, o escuchar un disco que te acabas de bajar, o ver la final de la Copa de Europa, o después de una buena cena para soltarte la lengua en la sobremesa. Es decir, que son para beberlas despacio y aumentar el gozo de la actividad a la que acompañan. La de películas que habré visto yo con una Optimo Bruno y un buen plato de queso. Slurp.
- Guinness: categoría aparte, porque no sabía dónde meterla. La he probado en las tres categorías y en todas cumple su función: me ha emborrachado, refrescado y acompañado sin ningún problema.
Lo bueno de esta clasificación es que puedes meter en cada categoría las cervezas que quieras: hay gente que bebe Judas los sábados por la noche, gente que considera un manjar la Budweisser... Yo mismo voy a usar en breve las cervezas de octubre (que, intuyo, serían de acompañamiento) como cervezas de batalla. Así que allá cada cual: yo sólo os he dado las pautas.
Y así termina la primera parte de este interesante reportaje: mañana continuaré con el modo de servir cualquier cerveza. Os dejo aquí una foto de la cerveza verde que bebí en Londres. Tendría que haberla incluido en su sitio, pero no la tenía por aquel entonces.
Etiquetas: Cerveza
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