La copa de la vida
Tras la eliminación de Holanda y Portugal -dos de los tres equipos que mejor jugaban y máximos aspirantes- de la Eurocopa, ya no queda casi nadie (ni aquí ni en el extranjero) que dude que España se la va a traer. Lo que me extraña es que no se la hayan dado ya y tengan que jugar otros tres partidos que no van a ser más que un mero trámite. Será por no perder el dinero de las taquillas, porque ya digo que la cosa está más que clara.
Yo, de todos modos, me he tomado una cerveza a su salud esta tarde: ¿para qué esperar una semana?
La que se vislumbra en la foto es la Grimbergen Cueva del ermitaño (Cuvee de l'ermitage). Esta vez no hay historias de la abadía de Grimbergen, porque esta cerveza no era originalmente de la familia: la cervecera que hace las otras la compró y le puso el nombre y el escudo, pero es una hermanastra de la Optimo Bruno y compañía. Eso sí, lo de hermanastra no lo digo en sentido peyorativo, pues no desmerece para nada a las otras.
Como veis, han añadido el escudo de Grimbergen al ermitaño de la etiqueta original y tan contentos. Pero vamos a lo importante, porque esta copa realmente me ha devuelto a la vida: estaba hoy bastante renqueante y sus siete grados y medio me han dejado como nuevo. De color marrón oscuro, los aromas a fruta no pasan desapercibidos y, al probarla, tu lengua no deja de pedir que continúe ese saborcillo dulce. No llega a empalagar, pues al final se nota cierto amargor que la convierte en otra de mis cervezas favoritas. Perfecta para acompañarla con unos trozos de queso fuerte (esto lo digo porque lo he hecho yo y me ha sabido muy buena, pero es cuestión de experimentar).
No es una cerveza fácil de encontrar aparece y desaparece de los supermercados con suma facilidad, así que si la veis no perdáis el tiempo y compradla en seguida, que puede que al día siguiente ya sea tarde.
La verdad es que tanto ésta como la Radieuse ya las había probado y me encantan, así que estaba claro que iba a hablar bien de ellas. En el futuro ya me arriesgaré a comprar alguna que no haya probado, aunque ya advierto que es difícil que no me guste.
Yo, de todos modos, me he tomado una cerveza a su salud esta tarde: ¿para qué esperar una semana?
La que se vislumbra en la foto es la Grimbergen Cueva del ermitaño (Cuvee de l'ermitage). Esta vez no hay historias de la abadía de Grimbergen, porque esta cerveza no era originalmente de la familia: la cervecera que hace las otras la compró y le puso el nombre y el escudo, pero es una hermanastra de la Optimo Bruno y compañía. Eso sí, lo de hermanastra no lo digo en sentido peyorativo, pues no desmerece para nada a las otras.
Como veis, han añadido el escudo de Grimbergen al ermitaño de la etiqueta original y tan contentos. Pero vamos a lo importante, porque esta copa realmente me ha devuelto a la vida: estaba hoy bastante renqueante y sus siete grados y medio me han dejado como nuevo. De color marrón oscuro, los aromas a fruta no pasan desapercibidos y, al probarla, tu lengua no deja de pedir que continúe ese saborcillo dulce. No llega a empalagar, pues al final se nota cierto amargor que la convierte en otra de mis cervezas favoritas. Perfecta para acompañarla con unos trozos de queso fuerte (esto lo digo porque lo he hecho yo y me ha sabido muy buena, pero es cuestión de experimentar).
No es una cerveza fácil de encontrar aparece y desaparece de los supermercados con suma facilidad, así que si la veis no perdáis el tiempo y compradla en seguida, que puede que al día siguiente ya sea tarde.
La verdad es que tanto ésta como la Radieuse ya las había probado y me encantan, así que estaba claro que iba a hablar bien de ellas. En el futuro ya me arriesgaré a comprar alguna que no haya probado, aunque ya advierto que es difícil que no me guste.
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