Jump
Como todos sabréis, el 8-8-8 comenzaron las olimpiadas, ese tiempo en el que contemplar deportes extraños que sólo interesan una vez cada cuatro años: voley playa, tiro con arco, voley playa, salto de trampolín, voley playa, natación sincronizada, esgrima, voley playa, gimnasia rítmica, judo... Y, por supuesto, el voley playa. También hay fútbol, pero queda eclipsado por todos los demás.
Este año toca en Pekín y la ceremonia inaugural fue espectacular. El director se permitió guiños a sus propias películas haciendo que el último portador de la antorcha flotara sobre el estadio, como en La casa de las dagas voladoras, hasta prender la llama. Pero lo que más me impresionó a mí fue la cantidad de gente que se movía a la vez en perfecta sincronización: cada vez, un número n de chinos -y n nunca fue menor de mil- ejecutaban danzas, andaban, tocaban el tambor o dibujaban formas con trajes de luces (no es que fueran vestidos de toreros. Literalmente llevaban bombillas en los trajes). Todos a la vez. Perfecto. Ni un fallo.
Supongo que es necesario ser oriental para conseguir algo así. ¿Os lo imagináis en España? Lo pensaba cuando los 3.000 discípulos de Confucio (el nombre mola, la verdad. Supongo que sería cierto) movían sus trajes por el estadio. Impensable tal grado de sincronía. Aquí habría que coger un número más pequeño para asegurarse. Pongamos 17. Desde luego, tendría que haber un representante de cada autonomía. 8 hombres y 8 mujeres, para asegurar la paridad. Y el último transexual, para no herir sensibilidades, que aquí a corrección política no nos gana nadie. Sólo haremos un movimiento sencillo: saltar. Y vale, que si lo complicamos seguro que no sale. Todos vestidos igual: pantalón blanco, camiseta con la bandera española y sombrero. La cosa no parece ir mal en los ensayos, pero llega el día y el representante del País Vasco lleva un mensaje en la camiseta: ¡Gora Euskadi! Lo bastante antiespañol para que no le llamen facha sus vecinos pero lo bastante ambiguo para que no le acusen de apología del terrorismo. El de Murcia y el de Asturias quieren ponerse en la primera fila y discuten. El de Navarra y el de Aragón continúan la discusión que ya comenzaron el primer día, sobre ríos, aguas y pantanos. Ninguno da su brazo a torcer. Parece que ya se colocan en su sitio. Comienza la música. Todos y todas saltan. ¿Todos y todas? No. El andaluz se ha dado la vuelta y se ha bajado los pantalones, para hacer la gracieta. El extremeño ha saltado medio segundo antes, para que su madre pueda verle bien en la tele. El catalán medio segundo depués (luego explicará que, como sólo se lo explicaron en castellano, no se enteró muy bien). Otro salta mirándole las tetas a la de su derecha, que le arrea un codazo al caer.
En fin. Por suerte, los chinos no son españoles y la cosa les quedó muy bien. Al ver a su abanderado, el jugador de la NBA, sólo podía pensar en el gigante chino y en eso que se dice: si todos los chinos saltaran a la vez, moverían el mundo.
No me he molestado en comprobarlo, pero viendo lo del viernes espero que no se lo propongan porque nos veo a todos a la deriva por el universo.
Este año toca en Pekín y la ceremonia inaugural fue espectacular. El director se permitió guiños a sus propias películas haciendo que el último portador de la antorcha flotara sobre el estadio, como en La casa de las dagas voladoras, hasta prender la llama. Pero lo que más me impresionó a mí fue la cantidad de gente que se movía a la vez en perfecta sincronización: cada vez, un número n de chinos -y n nunca fue menor de mil- ejecutaban danzas, andaban, tocaban el tambor o dibujaban formas con trajes de luces (no es que fueran vestidos de toreros. Literalmente llevaban bombillas en los trajes). Todos a la vez. Perfecto. Ni un fallo.
Supongo que es necesario ser oriental para conseguir algo así. ¿Os lo imagináis en España? Lo pensaba cuando los 3.000 discípulos de Confucio (el nombre mola, la verdad. Supongo que sería cierto) movían sus trajes por el estadio. Impensable tal grado de sincronía. Aquí habría que coger un número más pequeño para asegurarse. Pongamos 17. Desde luego, tendría que haber un representante de cada autonomía. 8 hombres y 8 mujeres, para asegurar la paridad. Y el último transexual, para no herir sensibilidades, que aquí a corrección política no nos gana nadie. Sólo haremos un movimiento sencillo: saltar. Y vale, que si lo complicamos seguro que no sale. Todos vestidos igual: pantalón blanco, camiseta con la bandera española y sombrero. La cosa no parece ir mal en los ensayos, pero llega el día y el representante del País Vasco lleva un mensaje en la camiseta: ¡Gora Euskadi! Lo bastante antiespañol para que no le llamen facha sus vecinos pero lo bastante ambiguo para que no le acusen de apología del terrorismo. El de Murcia y el de Asturias quieren ponerse en la primera fila y discuten. El de Navarra y el de Aragón continúan la discusión que ya comenzaron el primer día, sobre ríos, aguas y pantanos. Ninguno da su brazo a torcer. Parece que ya se colocan en su sitio. Comienza la música. Todos y todas saltan. ¿Todos y todas? No. El andaluz se ha dado la vuelta y se ha bajado los pantalones, para hacer la gracieta. El extremeño ha saltado medio segundo antes, para que su madre pueda verle bien en la tele. El catalán medio segundo depués (luego explicará que, como sólo se lo explicaron en castellano, no se enteró muy bien). Otro salta mirándole las tetas a la de su derecha, que le arrea un codazo al caer.
En fin. Por suerte, los chinos no son españoles y la cosa les quedó muy bien. Al ver a su abanderado, el jugador de la NBA, sólo podía pensar en el gigante chino y en eso que se dice: si todos los chinos saltaran a la vez, moverían el mundo.
No me he molestado en comprobarlo, pero viendo lo del viernes espero que no se lo propongan porque nos veo a todos a la deriva por el universo.
4 Comments:
La última entrada en el blog fue la del día 1 de los Sanfermines. Y después, nunca más se supo.
Algunos ya hacíamos cábalas sobre la forma en que habías muerto, si aplastado bajo un barril de cerveza, corneado por los toros, mediante el incrustamiento de chupinazo con orificio de entrada ocular, o tras una ingesta irresponsable de calisay patxarán y licor café...
He perdido la porra. Hijoputa.
Cuando hablas de voley playa te refieres al masculino, �no?
Voley, paya.
Para reflesioná sobre la espectacularidad de la cosa esa, un clic aquí permite soltar un montón de ooohs y de aaahs.
el voley playa es nuevo deporte olímpico desde las anteriores olimpiadas, no?
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