El olor del futuro
Me gusta la ciencia ficción, pero he de confesar que no he ido más allá de la saga de Fundación y algún cuentecillo de Asimov -en literatura- y de Blade Runner -en cine-. Así que no osaré hablar mucho del tema: sólo diré que muchas veces aciertan y otras se quedan cortos en sus predicciones (por ejemplo, internet ha empezado a aparecer en los libros después de ser un fenómeno global).
Otro tema que no veía yo muy claro es, precisamente, el de los libros: cuando algún personaje busca información, tiene holo-libros, video-libros o, directamente, la información entra en su cerebro por medio de pastillas, inyecciones... El único que leía -a hipervelocidad- era Cortocircuito, pero en este caso la acción se situaba en el presente, así que no cuenta. El caso es que leer, lo que se dice leer, en el futuro nadie leerá: los videos son videos y los hologramas... también. Pero el acto de sentarse a leer desaparece por completo como, parece ser, los libros en sí.
Hace ya bastante tiempo que vi en la tele una noticia sobre la llamada tinta electrónica, una tecnología que permitiría globalizar la literatura como se ha globalizado la música. Uno podría descargarse lo que quisiera a su libro electrónico y leerlo tranquilamente sin tener una biblioteca llena, cosa que está muy bien si uno vive en un piso de treinta metros. El caso es que me pareció muy buena idea pero así me quedé. No supe nada más hasta el año pasado: Sony había creado el libro electrónico. Rápidamente me fui a su página a verlo y todavía me gustó más. Por desgracia, sólo lo vendían en los Estados Unidos y me quedé con las ganas.
A principios de verano volví por la página y la cosa seguía igual (aunque parece que algún día lo traerán aquí), así que opté por la solución radical y me pasé por ebay a comprar uno. Aunque algo más caros que en Sony, había bastantes y me decidí -me habían puesto los dientes largos y no podía esperar más-. He de decir que existe otro aparato similar de iRex, el iLiad, pero cuesta 649 €, por lo que muy largos se me tenían que haber puesto los dientes para comprarme ese (creo que la diferencia es que en éste se puede escribir además de leer).
Un tiempo después llegó una carta de la aduana de Bilbao, reclamándome la factura. De perdidos al río, pensé, y la envié -aprovecho para agradecer a la oficina de correos de Villava, que me ahorró el viaje a Bilbao-. Otro tiempo después, llegó un papelico pidiéndome más dinero (no me sorprendió después de que me pidieran la factura) y me presenté en correos a recoger mi lector portátil. Presa de los nervios, tardé diez segundos en llegar a casa y diez minutos en abrir el dichoso paquete. Sí, ahí estaba mi libro electrónico. Al pulsar el botón empezó a arrancar pero, lógicamente, no tenía ni gota de batería. Iba a cargarlo cuando me di cuenta de la triste realidad: traía un enchufe de esos americanos. Recordé entonces mi cámara de fotos: no es que fuera a sacarme una foto lloriqueando, sino que mi cámara también es de Sony. Bingo: podía usar su cable para cargar la batería. Unas pocas pero larguísimas horas después, volví a pulsar el interruptor y, esta vez sí, arrancó completamente. Lo enchufé al ordenador (vía USB) e instalé el programilla para cargar algún libro que tenía por ahí.
Dos meses después, sin el entusiasmo inicial, ya puedo decir más o menos cómo resulta el cacharrico. Es cierto que puedes meter un montón enorme de libros en su interior sin ningún problema. Además, cuando lo conectas al ordenador, aprovecha para actualizar el hardware y solucionar los fallos que ha ido detectando Sony, cosa que es muy de agradecer aunque sean fallos pequeños. A la hora de leer, tiene un botón para variar el tamaño del texto, así que si te parece pequeño lo puedes cambiar a tu gusto. También puedes marcar las páginas, aunque al apagarlo se guarda la posición para la próxima vez. No pesa mucho (como un libro pequeño), así que no es incómodo leerlo. Pero vamos a lo importante, o sea, la lectura: todos habréis sentido alguna vez ese molesto picor en los ojos fruto de estar mucho rato mirando la pantalla del ordenador, ¿no? Pues podéis iros olvidando: eso no ocurre con la tinta electrónica. Al no ser una pantalla retroiluminada -espero que esa sea la palabra- los ojos no se cansan más de lo normal. El paso de páginas me recuerda un poco a aquellas pantallas mágicas de Borrás que se borraban sacudiéndolas. La verdad es que tarda un poco más que yo en pasar de página, pero hablamos de milésimas (en el momento álgido del libro es una eternidad, todo hay que decirlo). Se lee muy bien por mucha luz que haya (incluso a pleno sol en agosto) y además de libros (en casi cualquier formato: PDF, DOC, RTF. TXT...) puede reproducir fotos y MP3 (con cascos, eso sí). El menú es muy sencillo y fácil de entender. Y viene con varios libros de regalo en su interior.
En cuanto a los defectos, pues también los tiene: lo peor es que no se puede leer a oscuras. Nada se puede leer a oscuras, ya lo sé, pero me refiero a que no tiene luz. Las fotos se ven bien, aunque en blanco y negro (supongo que en el futuro tendrá color, pero de momento...). La batería dura un huevo, pero siempre se acaba cuando estás leyendo (si no no se acabaría, claro) y te quedas con las ganas -cosa que no pasa con los libros tradicionales-. Otra pega es que, de momento, no hay mucho libro que descargarse. Si buscas algo un poco raro lo más probable es que te quedes con las ganas o, como mucho, lo encuentres en inglés. Supongo que esto irá mejorando conforme se popularice el invento. También suelen verse peor los PDFs antiguos: no están hechos para estar ahí y se ven muy pequeños. Al variar el tamaño no mejora mucho la cosa y hay que ponerlo apaisado para verlo a un tamaño normal. Este problema no ocurre con los DOC ni con los PDF más recientes -ya hechos con vistas al libro electrónico-.
Pues más o menos esos son los pros y los contras. En general, es una compra más que recomendable para aquellos que leen mucho o que viajan a menudo y se llevan varios libros bajo el brazo (su espalda se lo agradecerá). La verdad es que da el pego de ser un libro: yo me he sorprendido varias veces intentando pasar la página con el dedo. Eso sí, se echa de menos el olorcillo a papel de cuando coges un libro nuevo y vas pasando páginas. Pero siempre puedes ponerte un trozo de cartón debajo de las narices.
Sólo espero que no me ocurra como con la música, me baje cienes y cienes de libros sin seleccionar antes y me encuentre leyendo auténticas mierdas. Es lo que tiene el futuro, que a veces huele mal (o no huele).
Otro tema que no veía yo muy claro es, precisamente, el de los libros: cuando algún personaje busca información, tiene holo-libros, video-libros o, directamente, la información entra en su cerebro por medio de pastillas, inyecciones... El único que leía -a hipervelocidad- era Cortocircuito, pero en este caso la acción se situaba en el presente, así que no cuenta. El caso es que leer, lo que se dice leer, en el futuro nadie leerá: los videos son videos y los hologramas... también. Pero el acto de sentarse a leer desaparece por completo como, parece ser, los libros en sí.
Hace ya bastante tiempo que vi en la tele una noticia sobre la llamada tinta electrónica, una tecnología que permitiría globalizar la literatura como se ha globalizado la música. Uno podría descargarse lo que quisiera a su libro electrónico y leerlo tranquilamente sin tener una biblioteca llena, cosa que está muy bien si uno vive en un piso de treinta metros. El caso es que me pareció muy buena idea pero así me quedé. No supe nada más hasta el año pasado: Sony había creado el libro electrónico. Rápidamente me fui a su página a verlo y todavía me gustó más. Por desgracia, sólo lo vendían en los Estados Unidos y me quedé con las ganas.
A principios de verano volví por la página y la cosa seguía igual (aunque parece que algún día lo traerán aquí), así que opté por la solución radical y me pasé por ebay a comprar uno. Aunque algo más caros que en Sony, había bastantes y me decidí -me habían puesto los dientes largos y no podía esperar más-. He de decir que existe otro aparato similar de iRex, el iLiad, pero cuesta 649 €, por lo que muy largos se me tenían que haber puesto los dientes para comprarme ese (creo que la diferencia es que en éste se puede escribir además de leer).
Un tiempo después llegó una carta de la aduana de Bilbao, reclamándome la factura. De perdidos al río, pensé, y la envié -aprovecho para agradecer a la oficina de correos de Villava, que me ahorró el viaje a Bilbao-. Otro tiempo después, llegó un papelico pidiéndome más dinero (no me sorprendió después de que me pidieran la factura) y me presenté en correos a recoger mi lector portátil. Presa de los nervios, tardé diez segundos en llegar a casa y diez minutos en abrir el dichoso paquete. Sí, ahí estaba mi libro electrónico. Al pulsar el botón empezó a arrancar pero, lógicamente, no tenía ni gota de batería. Iba a cargarlo cuando me di cuenta de la triste realidad: traía un enchufe de esos americanos. Recordé entonces mi cámara de fotos: no es que fuera a sacarme una foto lloriqueando, sino que mi cámara también es de Sony. Bingo: podía usar su cable para cargar la batería. Unas pocas pero larguísimas horas después, volví a pulsar el interruptor y, esta vez sí, arrancó completamente. Lo enchufé al ordenador (vía USB) e instalé el programilla para cargar algún libro que tenía por ahí.
Dos meses después, sin el entusiasmo inicial, ya puedo decir más o menos cómo resulta el cacharrico. Es cierto que puedes meter un montón enorme de libros en su interior sin ningún problema. Además, cuando lo conectas al ordenador, aprovecha para actualizar el hardware y solucionar los fallos que ha ido detectando Sony, cosa que es muy de agradecer aunque sean fallos pequeños. A la hora de leer, tiene un botón para variar el tamaño del texto, así que si te parece pequeño lo puedes cambiar a tu gusto. También puedes marcar las páginas, aunque al apagarlo se guarda la posición para la próxima vez. No pesa mucho (como un libro pequeño), así que no es incómodo leerlo. Pero vamos a lo importante, o sea, la lectura: todos habréis sentido alguna vez ese molesto picor en los ojos fruto de estar mucho rato mirando la pantalla del ordenador, ¿no? Pues podéis iros olvidando: eso no ocurre con la tinta electrónica. Al no ser una pantalla retroiluminada -espero que esa sea la palabra- los ojos no se cansan más de lo normal. El paso de páginas me recuerda un poco a aquellas pantallas mágicas de Borrás que se borraban sacudiéndolas. La verdad es que tarda un poco más que yo en pasar de página, pero hablamos de milésimas (en el momento álgido del libro es una eternidad, todo hay que decirlo). Se lee muy bien por mucha luz que haya (incluso a pleno sol en agosto) y además de libros (en casi cualquier formato: PDF, DOC, RTF. TXT...) puede reproducir fotos y MP3 (con cascos, eso sí). El menú es muy sencillo y fácil de entender. Y viene con varios libros de regalo en su interior.
En cuanto a los defectos, pues también los tiene: lo peor es que no se puede leer a oscuras. Nada se puede leer a oscuras, ya lo sé, pero me refiero a que no tiene luz. Las fotos se ven bien, aunque en blanco y negro (supongo que en el futuro tendrá color, pero de momento...). La batería dura un huevo, pero siempre se acaba cuando estás leyendo (si no no se acabaría, claro) y te quedas con las ganas -cosa que no pasa con los libros tradicionales-. Otra pega es que, de momento, no hay mucho libro que descargarse. Si buscas algo un poco raro lo más probable es que te quedes con las ganas o, como mucho, lo encuentres en inglés. Supongo que esto irá mejorando conforme se popularice el invento. También suelen verse peor los PDFs antiguos: no están hechos para estar ahí y se ven muy pequeños. Al variar el tamaño no mejora mucho la cosa y hay que ponerlo apaisado para verlo a un tamaño normal. Este problema no ocurre con los DOC ni con los PDF más recientes -ya hechos con vistas al libro electrónico-.
Pues más o menos esos son los pros y los contras. En general, es una compra más que recomendable para aquellos que leen mucho o que viajan a menudo y se llevan varios libros bajo el brazo (su espalda se lo agradecerá). La verdad es que da el pego de ser un libro: yo me he sorprendido varias veces intentando pasar la página con el dedo. Eso sí, se echa de menos el olorcillo a papel de cuando coges un libro nuevo y vas pasando páginas. Pero siempre puedes ponerte un trozo de cartón debajo de las narices.
Sólo espero que no me ocurra como con la música, me baje cienes y cienes de libros sin seleccionar antes y me encuentre leyendo auténticas mierdas. Es lo que tiene el futuro, que a veces huele mal (o no huele).
4 Comments:
Joder, como mola el cacharro.
Aunque sea Sony, seguro que sale más a cuenta comprarlo de importación, porque si lo llegan a traer aquí algún día, ya me huelo el canon de la sgae que le van a endiñar.
Pues no había pensado en eso, pero seguro. Si se puede usar para libros, música y fotos, probablemente ya se estén relamiendo los colmillos.
Sí que está chulo, sí... Y cuánto cuesta la criatura?
Pues... No recuerdo exactamente cuánto pagué. Acabo de ver que en la página de Sony cuesta 279 $. Súmale algo más que pidan en Ebay, los gastos de envío y pásalo a euros.
Creo que al final me costó alrededor de 300 pero depende del vendedor, claro.
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