El ojo vago

Dale fuego a un hombre y estará caliente un día, pero préndele fuego y estará caliente el resto de su vida. Terry Pratchett

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Lugar: Villava, Navarra, Spain

10.4.06

Sardinas en aceite

El pasado jueves pensaba haber ido al concierto de In Flames y Sepultura, pero finalmente no conseguí entradas y para quitarme algo de mono me fui a ver a Eric Sardinas, que también estaba por aquí. Tenía que elegir entre eso y ver Los Serrano en la tele, así que estaba claro.
Apenas diez minutos antes de las nueve (hora prevista del comienzo) llegábamos a la sala. Una media hora después -y era un helado atardecer primaveral; gracias, Artsaia- entrábamos. No tardamos en descubrir que la cerveza costaba 3 €. Efectos colaterales de la ruta del bakalao: me parece bien que pongan cara la bebida cuando eso esté lleno de bakalas, pero en un concierto... Y sin ventilación alguna, para compensar el frío de la calle. Allá ellos: conmigo perdieron dinero. O dejaron de ganarlo, más bien. A un precio normal habría bebido más de las dos tristes birras que tomé.
Pero vamos a lo nuestro: los teloneros eran un grupo formado por un guitarrista, un bajista, una teclista, un batería, un cantante y dos tías que le hacían coros y cantaban alguna que otra canción. Los tíos hacían todo versiones: de Queen, Steve Wonder, los Blues Brothers... Un poco de todo. Hasta ahí pase. Pero es que cantaban en plan Operación Truño, a limpio grito y gorgorito, y con una estudiada coreografía para cada canción. Sólo le faltó hacer el remolino de Bisbal. Y todo eso está muy bien para una orquesta que actúe en bodas, bautizos y comuniones. Pero en un concierto... Entre eso y la escasez de cerveza, empecé a arrepentirme de no estar viendo Los Serrano.

Por suerte, duró poco mi calvario y no tardó mucho en saltar al escenario Eric Sardinas, recién llegado de las verdes praderas de Wyoming -o eso parecía, que no sé de dónde es y no me apetece buscarlo-, con camisa roja, chaleco, pantalones y sombrero vaquero. Soy consciente de que estas palabras no hacen justicia a la ropa que llevaba, realmente indescriptible: es mejor que veáis vosotros mismos la foto. No encuentro palabras para calificar los pantalones, la culebra del sombrero o las mangas de la camisa. Las guitarras también eran raras, con la parte central toda de metal, formando un círculo que hacía que de lejos pareciera un Banjo.
En cuanto a la música, me dicen que las canciones cambian mucho de los discos al directo. No puedo corroborarlo porque jamás había escuchado nada, así que tendréis que fiaros de la palabra de unos extraños. Su forma de tocar es, por decirlo en una palabra, violenta. Pero una palabra es poco para mí, así que...
Si habéis visto alguna vez a guitarristas en directo, sabréis que hay de todo: fríos, emocionados, postureros, tranquilos, enajenados... Pues bien: Sardinas es una mezcla de todos. Hay veces (pocas) que está más tranquilo y quieto, otras (las más) salta como un poseído; lo mismo hace el amor con la guitarra que le da una paliza; de pie o de rodillas; con la mano, con cejilla o con una botella de cerveza. Desde luego, variedad toda: en las dos horas que duró pudimos ver y oir casi de todo. Incluso tocó un par de temas con la guitarra desenchufada, directamente al micrófono (y no le quedó mal). Pero además de moverse mucho y rápido, el tío toca bien. No soy músico, así que no voy a entrar en detalles sobre eso, pero es bueno. El bajista y el batería que le acompañan no se quedan atrás, por cierto.
Y, por si fuera poco, conecta con el público. Se nos metió al bolsillo desde el principio. Sobre todo al público femenino. Había por mi zona una cuadrilla de enajenadas que no paraban de saltar y mover la cabeza. Sólo les faltó lanzarle las bragas. Total, que todos salimos contentos -aunque acalorados y con pitidos en los oidos. También es bruto en el volumen-, ya olvidado el disgusto de no ver a In Flames.

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