El ojo vago

Dale fuego a un hombre y estará caliente un día, pero préndele fuego y estará caliente el resto de su vida. Terry Pratchett

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Lugar: Villava, Navarra, Spain

5.4.06

Brigada antivicio

Hoy, si me lo permitís (y si no también, que para eso es mi blog), voy a incluir algo no escrito por mí. Es un cuentecillo corto que leí hace años -de hecho, lo leí en el colegio y el profesor nos lo mandó porque él había escrito el prólogo-. Viene en el libro de 1993 Un error de bulto, de Alberto Escudero. Lo incluyo por dos motivos: el primero que no es probable que lo haya leído nadie, pues el tío no ha escrito mucho más; he estado buscando por ahí y lo máximo que sale es su bibliografía (nada prolija: una novela en 2002 y algún otro libro de cuentos) y que sus obras están descatalogadas. Yo tenía olvidado el libro y el otro día lo encontré en el fondo de un armario.
El segundo motivo es el cuento en sí: no porque sea especialmente bueno, sino porque en su día resultaba gracioso, pero hoy casi da miedo por lo profético que puede llegar a ser. No me enrollo más: aquí está Brigada antivicio.


Va a oscurecer, y este barrio no es nada recomendable. El color gris está incrustado en todas las fachadas. Comienza a lloviznar.
Un individuo mal encarado acecha en una esquina: paso junto a él: me mira y me estremezco. Continúo mi camino.
Detrás de mí oigo taconear a alguien. El ritmo del taconeo aumenta y oigo un grito: me vuelvo: es una mujer: corre hacia mí, las facciones desencajadas. Corre porque el individuo la persigue: le da alcance: la golpea salvajemente, la derriba: saca luego una navaja. no ha contado conmigo: le caigo como un obús, los dos pies sobre el pecho: rueda por el suelo, se golpea la cabeza con el bordillo de la acera: queda inconsciente. Auxilio a la mujer: no logro reanimarla. La dejo sentada en el suelo, recostada en una cabina telefónica. Llamo a la policía.
Me siento junto a la mujer. Enciendo un cigarrillo. Al extremo de la callese ven las luces de los anuncios reflejándose en los techos mojados de los coches.
Llega la policía derrapando, haciendo aullar la sirena. Me levanto; arrojo el cigarrillo. Les señalo al individuo. Uno de ellos se va hacia donde está la navaja. Se pone un guante de goma, pero no toma el arma: recoge mi cigarrillo: "¿Es suyo?" Asiento: al momento el otro poicía me encañona: "Ponte ahí, contra la pared: las manos detrás". Me colocan las esposas. El coche arranca: rechinan los neumáticos. Me vuelvo y miro por la ventanilla posterior: la mujer sigue en el suelo, el individuo está levantándose.
El comisario me toma los datos y las huellas, con cierta amabilidad. Pero entra otro comisario: "Fumando, ¿eh, cerdo?". Ordenan que vuelvan a ponerme las esposas. Me abofetea: "Te van a caer diez años". Me bajan al sótano y me empujan dentro del calabozo: trastabillo y caigo: hay un banco de cemento: me golpeo en la boca.

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