El ojo vago

Dale fuego a un hombre y estará caliente un día, pero préndele fuego y estará caliente el resto de su vida. Terry Pratchett

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Lugar: Villava, Navarra, Spain

30.6.06

Jubilación anticipada

Una vez más, España ha caído en octavos. Y no de forma épica precisamente, sino en un partido patético ante un equipo de viejas glorias. Viejas glorias con mucha más pegada que el equipo de jóvenes estrellas que tantas alegrías nos darán en el futuro y que tan bien tocan el balón. Por que este año, quizá por no darme la razón, el discurso post-apocalíptico ha cambiado un poquico: no todos dicen que son una banda de mataos. La gente por la calle sí que lo dice, y la mayoría de medios también. Pero en Cuatro nos venden la esperanza desde ahora mismo: estos jóvenes nos darán triunfos tarde o temprano, no lo dudéis. Ya veréis, la Eurocopa es nuestra. Así que para cuando llegue la susodicha estarán lamentando que Brasil no pueda jugarla porque querrán demostrar que España es el mejor equipo del mundo. Mirándolo bien, tienen parte de razón: después de los partidos de Arabia y Francia sólo se puede ir a mejor.
La verdad es que yo tenía esperanzas de ganar a los gabachos. Es cierto que España había jugado bien los primeros partidos y el tercero no contaba mucho, y que los franceses están algo viejos. No como para jubilarlos, como se ha visto, pero casi. Aún así, si no tiras a puerta no puedes ganar. Aunque la toques bien.
Nos queda el consuelo de que, una vez jugado el Italia-Ucrania, sólo quedarán partidos buenos.

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26.6.06

Siglo de oro

Estaréis de acuerdo conmigo en que ya estaba tardando en hablar de fútbol. La razón es que empecé el blog al final de la liga y no había partidos de ningún tipo. Cuando empiece la temporada ya veréis, ya.
El caso es que lo que tenemos ahora es el Mundial. Me encantan los mundiales. Más que las eurocopas. Y no porque haya mejores o peores partidos -aunque el de ayer de Holanda y Portugal fue de los que hacen afición: emoción, patadas, broncas, tarjetas... Fútbol en estado puro. Si hubieran metido algún golico más...-, sino por la cantidad de países exóticos que se dan cita aquí. Togo, Costa de Marfil, Trinidad y Tobago... Muchos países que casi hay que buscar en el mapa para saber dónde están pero que deben de molar, pues llenan las gradas de coloridos aficionados (los trajes de plumas, pinturas de guerra, sombreros estrambóticos e instrumentos musicales variados son habituales). La verdad es que los países africanos y asiáticos vienen siendo el futuro del fútbol desde italia 90, aproximadamente. No los descartemos que cualquier año de estos dan la sorpresa, nos dicen los sesudos analistas deportivos de la radio. Hay que reconocer que algunos juegan bien y todo, pero nunca pasan de cuartos -salvo ayudas arbitrales, como Corea y Japón en su mundial. Pero eso es normal: recordemos España 82-. Este año no ha habido sorpresas de ningún tipo y las grandes selecciones han pasado todas a la segunda fase sin mayores problemas, así que ya se ha acabado el exotismo hasta dentro de cuatro años (no creo que Ghana dé la sorpresa ante Brasil).
Este año España va bien (nunca creí que diría esa frase). Curiosamente, ha sido el Mundial en el que menos euforia se había creado alrededor de la selección los días previos. Es sabido que esto funciona cíclicamente: España es eliminada (jugando el mejor partido del torneo, eso sí) y pasa a ser una banda de mataos con un entrenador conservador y sin carácter. Cambian de entrenador y la siguiente fase de clasificación es un paseo militar: logran clasificarse sin perder un partido ante potencias de la talla de San Marino y Malta. A eso le sumamos unos cuantos amistosos ante Egipto y otros equipos similares y, para cuando llega la Eurocopa, España es el nº 2 en el ranking de la FIFA y la máxima favorita a alzarse con la victoria final, pues "podemos ganar a cualquiera". Olvidan que esa frase implica que también podemos perder con cualquiera, como así sucede una vez en brega, y cuando los eliminan vuenven a ser una banda de mataos con un mal entrenador.
Pues justo el año en el que nadie pensaba que España iba a conseguir nada, van ellos y ganan 4-0 el primer partido. No sólo eso, sino que el siguiente lo ganan 3-1 remontando épicamente un gol tempranero y con Raúl resucitando de entre los muertos para dar la razón a JR de la Morena. Desde luego, después de eso España aspira a todo y es una de las máximas favoritas. Ni siquiera el horrible -patético: casi le sacan una amarilla a Cañizares por perder tiempo- tercer partido ante Arabia ha conseguido minar la moral de periodistas y aficionados. España vuelve a mandar en el mundo conocido, como en tiempos de Carlos I: tras derrotar en buena lid al secesionista eslavo, al pirata bereber y a los infieles moros, ahora les toca el turno a las huestes gabachas. Nuestros espías nos informan de que son una panda de viejos que no tendrían que dar muchos problemas, aunque no debemos confiarnos.

Aprovecho para poner aquí mi pronóstico de los tres primeros puestos, para la gran porra Alemania 06.
Campeón: Alemania. Subcampeón: Brasil. Tercero: Italia.
El premio es un sudoku con diferentes niveles de dificultad (que van desde "endiabladamente difícil" hasta "mecagüen tu puta calavera"), así que participad todos.

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20.6.06

Más miserables

No, no me han robado más lechugas. Éste ha sido mucho más miserable. Nótese que uso la palabra miserable por parecer fino y educado. No vaya a ser que.
Esta vez no he sido yo el damnificado, sino uno de mi pueblo. Pero quería dar fe de ello. Resulta que iba mi amigo en su moto por Pamplona, llegó a un cruce con preferencia y vio que había un coche parado. Pasó y se lo llevaron por delante. No tiene muy claro si fue ese mismo coche u otro que llegara a la vez. Lo que si tiene es un hueso del tobillo roto, además de la tibia (o el peroné, o ambos. No sé). Ya le han operado y le han llenado la pierna de clavos de esos que pitan en los aeropuertos. Seis meses de recuperación. Ahí es nada.
Ah, no lo he dicho, pero el malnacido huyó como una rata tras atropellarle. Allí lo dejó con una fractura abierta (es decir, huesos a la vista), tirado en la calle. Un fan de Farruquito, ya veis. Y lo malo es que nadie vio su matrícula: el hijo de puta apagó las luces antes de irse. Y claro, el único testigo tenía otras cosas en que pensar.
Sin embargo, puede que no se vaya de rositas: justo al día siguiente, un tío fue al bar de una amiga del de mi pueblo y le dijo que un colega suyo había atropellado a un motero y se había dado a la fuga. Ella, con calma, le sonsacó todo lo que pudo y ahora sabemos qué coche tiene el tío y dónde vive. Si tiene suerte, la policía lo enganchará cuando vaya a comprar repuestos para arreglar su coche. Si no la tiene, algún otro lo verá antes. Y no hablo por mí, claro: mi abogado me ha recomendado no amenazar a nadie, ni siquiera en un blog. Por lo que pueda pasar. Como máximo, yo le regalaré una lechuga cuando esté entre rejas.

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15.6.06

Los miserables

No, esto no va a ir de literatura, sino de malnacidos. Resulta que este año me ha dado por llenar una huertecita en mi pueblo: he puesto pimientos -del piquillo, del padrón y de escabeche-, cebollas, patatas, lechugas, alubias, tomates, pepinos y unas lechugas que compré en Italia y que han resultado ser una especie de berzas. También hay una mata llena de pacharanes allí cerca, así que tengo una cena completa (excepto el café y la cerveza. Quizá para el año que viene). El caso es que la cosa va bien: ya han salido tomatitos verdes, las cebollas están a punto, las lechugas se pueden recoger y lo demás tiene todo muy buena pinta (incluso las berzas italianas).
Ayer por la tarde fui a regar un poco (con agua del río: productos totalmente ecológicos, sin venenos ni nada) y, cuando estaba removiendo la tierra de las lechugas descubrí, enterrada, la parte de abajo de una. Y presentaba un limpio corte de cuchillo. Como suelo ver CSI, rápidamente comprendí que alguien había cogido una lechuga. Pregunté en casa, por si había sido alguien de mi familia, pero no. Algún malnacido me ha robado una lechuga. Lo que es peor: ha disfrutado del fruto de mi trabajo antes que yo. Y claro, eso jode. Hoy he visto en el super que tres lechugas cuestan 1 €. ¿Qué clase de miserable roba 33'3 céntimos? Y más teniendo en cuenta que, si llego a verle, una dentadura nueva cuesta bastante más: no creo que el riesgo merezca la pena. Allá él. Yo he contado las lechugas que quedan y como vuelva a faltar una tomaré otras medidas -ya que el derecho al pataleo lo estoy ejerciendo ahora mismo y sólo me sirve la primera vez-.


P.D.: aunque no estás leyendo esto, cabrón, espero que te hayas atragantado con la primera hoja que te metiste en la boca y hayas muerto ahogado con gran sufrimiento y agonía. Así revientes.

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12.6.06

Giro de Italia XI: arrivederci

Como ésta es la última entrada del tocho italiano, voy a cambiar el estilo: esa noche tuve tiempo y me dediqué a escribir de todo en mi libreta. Lo que va a continuación es la transcripción de aquello. La cifra que va delante es la hora a la que lo escribí. Va a ser largo, lo aviso. Para los que acaben de incorporarse a la historia, estábamos en el aerpopuerto de Bérgamo, dispuestos a pasar allí la noche.

0 h - Estos italianos son lo peor: cierran el aeropuerto por la noche. Nos han trasladado aquí cerca, a una especie de pabellón con las sillas más incómodas del mundo y un par de máquinas de bebida y café. Al menos hemos llegado de los primeros y hemos cogido un buen sitio. También tenemos un libro de sudokus y nos queda un litro de la cerveza que compramos para cenar (aunque no es muy buena).

1 h - Sigue llegando gente. Acaba de entrar un grupo, procedente de algún vuelo tardío. Las sillas empiezan a escasear. A la pareja que tengo enfrente se les han colado dos alemanes a dormir justo encima. De momento, nuestro espacio vital continúa siendo nuestro. Estos dos están dormidos, Lirón en el suelo y Txipirón en tres sillas (en forma de L. No sé cómo lo hace). Yo sigo haciendo sudokus, pero ya no queda cerveza. Y eso que parecía mucha cuando la compramos. Debimos haber cogido más. No he dormido nada, aunque ahora estoy casi cómodo y descalzo.

2 h - Estoy hasta los huevos de los sudokus. Nunca me han gustado, pero no había otro remedio: aún no he aprendido tanto italiano como para hacer crucigramas. Aquí dentro hay de todo:
- A la mayoría de los que duermen les dolerá la espalda mañana.
- Hay dos niñas (con sus padres) que son las que mejor se lo han pasado al principio y las que mejor están durmienso ahora -debido a su reducido tamaño-. Seguro que en el futuro recordarán esto como una aventura. Su padre, que casi no cabe en la silla, lo recordará como un suplicio.
- Hay una cuadrilla de chavalas que se han montado un campamento, con sacos de dormir y todo. Unos italianos intentan ligar con ellas: cualquier momento es bueno para esta gente.
- Un flipado no se ha quitado las gafas de sol ni para dormir.
- Un par de parejas pasean arriba y abajo sin parar. No sé si buscan un sitio o sólo quieren cotillear (como yo).
- Otro ha grabado en video todo el campamento de refugiados este. La mayoría sacan fotos. Yo no quiero molestar a los durmientes y, por otra parte, no tengo batería. Desde aquí veo un tanga amarillo: no todo iba a ser malo.

3 h - He salido a la calle a tomar el aire. Me he dado una vuelta, pero estamos en un polígono y sólo hay una carretera. Hace un frío que pela. Estos dos siguen dormidos. Yo sigo sin pegar ojo y quiero matar al inventor del sudoku. La gente se entretiene como puede: leen periódicos, pasean, fuman (en la calle: dentro está prohibido), toman cafés, hacen sudokus (me alegra ver que no soy el único masoca)... Pero la mayoría miran al horizonte. Txipirón ha empezado a roncar como un oso: la gente le mira raro. Hago como que no lo conozco de nada.

4 h - Nos han dejado volver al aeropuerto. Yo me he alegrado, porque las sillas son más cómodas, pero la gente que estaba dormida va jurando en arameo -además de renquear-. En la esquina en la que nos hemos instalado tienen toda la bollería de una cafetería que aún no ha abierto y estamos pensando en darles el palo. El problema es que hay testigos, pero no descarto nada. Lo que sí sé con seguridad es que no voy a hacer otro sudoku en mi vida: antes me gustaban poco pero ahora los aborrezco.

5 h - Antes de que nos decidiéramos a mangar algún bollo han llegado las camareras. Cuando abran tendremos que pagar por uno. Sigo peleándome con el mismo sudoku de hace un par de horas: creo que el simbolito de la calavera hace referencia a la dificultad y no a que lo hagas si te gusta el Capitán Morgan. El que lo hizo debe de ser sádico o algo.
Como esto es más grande parece que hay menos gente, y hay menos cosas para ver (o sea, nada. Como mucho alguna ragazza que pasa). Nos quedan unas dos horas para facturar y tres para salir del país. Al menos, he aprovechado para pesarme en las básculas del equipaje: no he engordado en este viaje. Será por las caminatas.

6 h - Empiezo a tener sueño. Seguimos esperando para facturar el equipaje. Mientras, vemos a un montón de italianos con enormes maletones: la mayoría se han pasado de los 20 kg reglamentarios y ahora tienen que redistribuir todo. Ya tengo el culo cuadrado con tanta silla. El cielo empieza a cambiar al color azul. El aeropuerto parece vivo otra vez.

7h40' - Finalmente hemos facturado, desayunado y embarcado. Una guardia rubia se ha incautado de la navaja de Lirón, pero ya estamos esperando al avión que nos devuelva a casa tras una larga noche de agonía. Mi idea era dormir un poco en el avión, pero en nuestro vuelo va un viaje de estudios de italianos adolescentes, así que supongo que iremos bastante entretenidos.

8h15' - Ya estamos en el avión. En veinte minutos abandonaremos las tierras italianas y un rato después su espacio aéreo. Ya hemos salido en varias fotos del viaje de estudios: unas cien (más o menos la mitad de las que han sacado: esto es muy pequeño y estamos en medio). A ver si acabo el sudoku de la calavera y me duermo un rato.

Finalmente, no logré dormir en el avión. Tampoco pude acabar el sudoku de la calavera. Aterrizamos sin novedad en Gerona y los del aparcamiento fueron a buscarnos al aeropuerto como habían prometido. Durante el viaje por autopista sí que dormí bastante rato y esa misma tarde llegamos a Villava.

Ahora sí que se terminan las entradas sobre el viaje (aunque dudo que sea lo último que leáis sobre ello). A saber qué será lo próximo.

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9.6.06

Giro de Italia X: última etapa.


Domingo. Era nuestro último día completo en Italia (ya era hora de que terminara esto, ¿eh?). Y la lluvia seguía acompañándonos. La última mañána en Venecia la pasamos comprando los últimos regalos a parientes y conocidos. En este caso, lógicamente, máscaras de carnaval. Lo cierto es que, una vez dentro de las tiendas, era difícil resistirse a comprar alguna. Por un lado, las paredes estaban llenas de máscaras a cada cual más hermosa y delicada, y que parecían decir "llévame contigo". Por otro, a los dueños les da igual que te las pruebes todas una detrás de otra. Lirón se probó el disfraz completo de Casanova. Pondría la foto, pero todavía estoy esperando a que me pase todas las que sacó. Yo me compré tres: una de la cara entera -para mi hermana-, una del doctor Peste -esas de la nariz larga- y otra que sólo tapa los ojos. Y no me llevé más porque no tenía espacio en la maleta para asegurarme de que volvieran enteras a España, que si no dejo mi VISA sin un duro.
También quería haber entrado a ver la Catedral de San Marcos por dentro, pero había millones de personas haciendo cola, así que me lo tuve que apuntar para la próxima vez. Desde luego, nos perdimos varias veces: aquello seguía siendo el mismo laberinto que el día anterior.
Después de comer cogimos nuestro penúltimo tren, hasta Brescia. Allí, sin salir de la estación, tomamos el último a Bérgamo. Éste tren era de lo peor: un cascarón viejo y muy lento. Además, paraba en todos los pequeños pueblos que íbamos atravesando. Yo creo que andando habríamos llegado antes. Ya en Bérgamo, descubrimos la Italia profunda: calles casi sin gente y nadie habla inglés (no digamos español). Además, el centro queda muy lejos de la estación, así que nos encontramos en los peores barrios, cargados como mulos y sin lugar donde dormir (de nuevo, estaba todo lleno). Lirón entró por una calle en busca de una pensión y volvió corriendo porque resultó que era el barrio de los negros y detectó miradas sucias en sus rostros. Como el avión salía temprano al otro día, decidimos pasar la noche en el aeropuerto. El autobús pasó por esas calles de camino y contemplamos escenas propias del Bronx (o del Bronx que sale en las series).
En el aeropuerto, cenamos el peor bocadillo de la historia, pero pudimos comprar un par de litronas de cerveza con la idea de que nos ayudaran a pasar la noche (aunque Lirón y Txipirón me decían que me había pasado comprando tanta). Compramos también un libro de sudokus para pasar el rato: venía con un lápiz que Txipirón tardó cinco minutos en perder. Nos fuimos acomodando en el suelo (las mejores sillas ya estaban ocupadas) con intención de pasar nuestra última noche en Italia.



No lloréis todavía, que queda el último día.

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5.6.06

Giro de italia IX: dentro del laberinto

El sábado cogimos otro tren (y van...) para abandonar Bolonia en dirección a Venecia. Nuestros vecinos de viaje eran una francesa y un italiano. Hablaban una mezcla de inglés, italiano y latín. Desde luego, él intentaba ligar con ella -aunque sin éxito, creo-.
Llegamos a Venecia y nos dispusimos s buscar alojamiento. El primer sitio en el que preguntamos nos asustó: no sólo era muy probable que no hubiera plazas en ninguna parte, sino que si las había nos iba a costar un ojo de la cara. Optamos por una solución drástica y nos fuimos a un pueblo cernaco, Mestre, a ver si había más suerte. Llovía a cántaros y estuvimos toda la mañana pateándonos el pueblo con las mochilas y remojados. Sin suerte. Ya nos veíamos durmiendo en el suelo cuando encontramos una pensión con una habitación libre (y baratilla). Con la tontería ya habíamos perdido toda la mañana, así que comimos en el mismo Mestre, en un sitio elegantillo. Fue la mejor comida del viaje, claro. Hasta hablamos con el cocinero, que salió a desirnos cuánto iba a tardar en hacer uno de los platos de pasta. Era el típico cocinero italiano, con gorro y grandes bigotes.
Con la tripa llena, volvimos a Venecia, que es un laberinto de calles, canales, callejuelas y puentes. Por cualquier sitio encuentras callejas retorcidas que pueden llegar a tu destino, al mar, a un canal o, directamente, a un muro. Hay carteles con flechas para llegar a la plaza de San Marcos, pero eso no evitó que nos perdiéramos unas cuantas veces en el camino. Y lo peor es que todo el mundo suele ir buscando lo mismo y, si ven a alguien con cara decidida, todos le siguen como si supiera el camino. Por suerte, no se lo toman mal cuando les guías a un callejón sin salida o das vueltas en círculos en un mismo punto. Allí parecíamos todos lemmings, andando unos detrás de otros sin saber muy bien a dónde. Al menos, había dejado de llover y no nos estábamos mojando.
Tras bastante rato dando vueltas, encontramos la extraordinaria plaza de San Marcos. Desgraciadamente, está llena de palomas que se suben encima de las niñas que les dan maíz y eso afea bastante la cosa, pero pude soportar las náuseas y disfrutar de las hermosas vistas. Como nota curiosa, todas las cafeterías tienen en las terrazas una banda de música que ameniza el café. Claro que, como el café cuesta un riñón y parte del otro, la gente se dedica a escuchar la música desde el centro de la plaza, que es más barato.
Los canales (que, por cierto, no olían mal en esas fechas) están llenos de góndolas con gondoleros con camisetas a rayas buscando clientes para dar paseos. Ah, no es cierto que vayan cantando O sole mio mientras pasean, aunque muchos si que llevan el gorrito con cinta.
Estuvimos toda la tarde paseándonos por las callejuelas venecianas: vimos el puente de los Suspiros, que no se llama así porque suspiren enamorados, sino porque por allí llevaban a los condenados a muerte, que se quejaban al pasar. También pasamos por la iglesia-biblioteca de Indiana Jones y la última cruzada. Como es el año de Verdi, había conciertos programados para esa noche en varios lugares distintos.
Al anochecer cenamos unas pizzas enormes y nos dedicamos a sacar fotos nocturnas hasta que nos aburrimos de andar. De nuevo, nos perdimos cuando volvíamos a la estación.

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